Nihil Obstat.- Méx. Dic. 25 de 1946. J Cardoso, S. J.

Secretaría del Arzobispado de México.

Enero 14 de 1947.-Puede imprimirse. El Excmo. y Revdmo. Señor Arzobispo lo decretó. Doy fe.

Luis F. Garibay, Srio.

III- ESTACION EUCAPISTICA E.V.C.

- Adoro Jesús mío la llaga de tu mano derecha y bendigo la hora en que a orilla del lago Tiberiades nos prometiste la Sagrada Eucaristía.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

¡Bendita sea la hora en que Nuestro, Señor Jesucristo instituyó la Sagrada Eucaristía. -¡Bendita sea!

- Adoro Jesús mío la llaga de tu mano izquierda y bendigo la hora en que instituiste la Sagrada Eucaristía!

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

¡Bendita sea la hora en que Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Sagrada Eucaristía ¡-¡Bendita sea!

- Adoro Jesús mío la llaga de tu costado y bendigo la hora en que tu Apóstol Pedro celebró la segunda Misa de tu Iglesia.

Padre Nuestro, Ave María Gloria.

¡Bendita sea la hora en que Nuestro Señor Jesucristo instituyo la Sagrada Eucaristía -¡Bendita sea!

- Adoro Jesús mío, la llaga de tu pie derecho y bendigo el momento en que nuestros Sacerdotes, y transubstancian el Pan y el Vino en tu Cuerpo y en tu Sangre.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

¡Bendita sea la hora en que Nuestro Señor Jesucristo instituyo la Sagrada Eucaristía! -¡Bendita sea!

- Adoro Jesús mío, la llaga de tu pie izquierdo y bendigo el momento en que levantando el Sacerdote en su mano la Forma Consagrada, nos invita a recibirte.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

¡Bendita sea la hora en que Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Sagrada Eucaristía!. -¡Bendita sea!

- Adoro Jesús Mío, tu Cuerpo entero clavado en la Cruz y bendigo el momento en que fue consagrado S.S. el Papa Juan Pablo II, ofreciéndole este Padre Nuestro,. Ave, María y Gloria por su intención.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

¡Oh Sagrado Banquete en que se recibe a Cristo, se hace memoria de su Pasión, el espíritu se llena de Gracia y se nos da una prenda de la futura Gloria!,

Ofrecimiento

Soberano Señor Sacramentado,

Segura prenda de la eterna Gloria;

Esta estación recibe con agrado

por ser tu pasión tierna memoria.

Haz que destruido el reino del pecado

tu Iglesia Santa cante la victoria

asistiéndola siempre con tus dones,

en sus necesidades y aflicciones.

IV. COMUNION ESPIRITUAL E.V.C.

Yo pecador. .

¡Divino Redentor de mi alma, Señor mío y Dios míos yo creo firmemente porque Tú lo dijiste, que estás real y verdaderamente presente en la Forma Consagrada. Mira a tus plantas a un pobre pecador, que arrepentido de sus pecados, te pide perdón de haberte ofendido. Te amo y te adoro con toda el alma y ardientemente deseo recibirte Sacramentado en mi corazón; pero ya que de esta manera no me es posible hacerlo en estos momentos, Tú que eres el Pan Vivo que bajó del Cielo para darnos Vida Eterna, ven a lo menos espiritualmente a mi alma que por Ti suspira.

Señor, yo no soy digno de que Tu Divina Majestad entre en mi pobre morada; mas di una sola palabra y mi alma quedará sana y salva.

- El Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, guarde mi alma para la Vida Eterna.

¡Gracias Jesús mío por haber venido a mi Tú la luz del mundo; Tú la fuente de agua viva que apaga el ardor de las pasiones; Tú, el Médico, divino que puede sanar todas mis llagas; Tú, mi única esperanza, mi consuelo, mi sola bien, ilumíname, atráeme, protégeme, para que nada ni nadie, pueda nunca separarme de Ti que tanto me amas y que anhelas tanto hacerme eternamente feliz. Asi sea.

-ECCE PANIS

Ecce Panis Angelorum,

Factus cibus viatorun,

Vere Panis filiorum,

Non mittendus canibus.

In figuris praesignatur,

Cum Isaac Inmolatur,

Agnus Paschae deputatur,

Datur manna patribus.

(En español)

He aquí el Pan de los Angeles,

Hecho alimento del hombre;

Verdadero pan de vuestros hijos.

Que nunca hay que dar a los canes.

Señalado con figuras .

En el sacrificio de Isaac,

En el Cordero Pascual

Y en el Maná de vuestros padres.

TRISAGIO

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

V - Abre mis labios Señor.

R - Y mi boca anunciará tu alabanza.

V- Dios mío ven en mi ayuda.

R - Apresúrate Señor a socorrerme.

V - Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

R - Así como era, en un principio es ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

 

HORA SANTA.

Oración al Eterno Padre.

Padre Eterno Omnipotente, que nos has creado para conocerte, amarte y servirte. Que has creado todas las cosas para nuestro bien. Que amas tanto al hombre que le has dado tu propio Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Te rogamos Señor, que pues nos has creado para Ti, nos lleves a Ti; y pues nos has dado para salvarnos a tu Hijo, no permitas que nos perdamos, sino que por sus méritos y con la Gracia del Espíritu Santo, lleguemos a tu Gloria y en ella te alabemos eternamente.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

V - Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos. Llenos están los Cielos y la tierra de vuestra Gloria.

R - Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.

(Se repite 3 veces).

 

Oración a Dios Hijo.

Hijo divino del Eterno Padre Redentor nuestro que bajaste del Cielo, te hiciste hombre, te entregaste a la muerte por nosotros y te hiciste Pan para servir de alimento a nuestras almas y santificarnos: concédenos que tu sacrificio no sé pierda para nosotros y que sepamos aprovecharnos de él para alcanzar la Vida Eterna.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

V - Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos. Llenos están los Cielos y la tierra de vuestra Gloria.

R - Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.

(Se repite 3 veces).

 

Oración a Dios Espíritu Santo.

Espíritu Santo, lazo de infinito amor y de luz divina, que une al Padre con el Hijo. Concédenos tus dones y tus frutos, pues con ellos alcanzaremos en este destierro como un cielo anticipado; con ellos practicaremos con fortaleza nuestros deberes de cristianos y llegaremos a tu Gloria para alabarte y bendecirte con el Padre y el Hijo.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

V - Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos. Llenos están los Cielos y la tierra de vuestra Gloria.

R - Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.

(Se repite 3 veces).

 

Antífona

A Ti Dios Padre Ingénito, a Ti Hijo Unigénito, a Ti Espíritu Santo Paráclito, Santa e Inmaculada Trinidad, de todo corazón te confesamos, alabamos y bendecimos. A Ti se dé la Gloria por infinitos Siglos de los siglos.

V- Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

R- Alabémosle y ensalcémosle por los siglos de los siglos. Amén.

 

Oración.

Señor Dios, Uno y Trino, que nos has concedido a tus siervos el don de conocer la gloria de la Eterna Trinidad en la confesión de la verdadera Fe y la de adorar la Unidad en el poder de tu Majestad. Te rogamos que por la firmeza de esta misma Fe, nos veamos libres de toda adversidad, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

MEDITACION EUCARISTICA

(En la Fiesta del Corpus, Titular de la Obra E.V.C., lo más apropiado para hacer esta Meditación, es leer lo escrito a continuación; pero puede también leerse la 2a. Meditación, pág. 16 o alguna de las Nueve Visitas al Santísimo Sacramento, del Folleto E.V.C. 288).

Meditación sobre la Fiesta del Corpus.

Hermanos:

En este hermoso día en que nuestra Santa Iglesia celebra la Fiesta más grande, la más bella, la más alegre del año, la Fiesta del Cuerpo adorable de Nuestro Señor Jesucristo, la Fiesta del Corpus, reunidos alrededor de El, como se unen los hijos alrededor de un padre amorosísimo el día de su Santo para manifestarle sus sentimientos, para festejarle, consideremos cuáles son los sentimientos que debemos tener en este día hagámoselos presentes a Nuestro Señor Sacramentado, para lo que nada mejor podemos hacer que principiar por recordar el origen de esta Fiesta y con qué fines la instituyó nuestra Santa Iglesia.

Es bien sabido el origen de esta bendita fiesta. A principios del siglo XIII Santa Juliana de Monte Cornillón, Religiosa de un convento cerca de Leija, acostumbraba extasiarse contemplando la maravilla del Año Litúrgico de la Iglesia. Él aparecía ante ella como el espléndido firmamento de la bóveda celeste, en el que cada una de sus fiestas brillaba como un sol. Pero cierto día, en medio de su arrobamiento, notó que entre tantos luminares, había como una mancha negra.

Iluminada por el Espíritu Santo, descubrió que esa mancha indicaba una fiesta que faltaba, y una fiesta de primera magnitud.

Desde entonces esta monja santa no dejaba de orar pidiendo a Dios le descubriera cuál era esa fiesta que faltaba en su Iglesia; y un día que acabando de comulgar contemplaba al Santísimo Sacramento, vio con claridad luminosa que la fiesta que en el Año litúrgico de la Iglesia faltaba era una destinada a honrar al Santísimo Sacramento del Altar, pues ciertamente que el jueves Santo conmemora nuestra Iglesia la Institución de la Sagrada Eucaristía, pero siendo ello en días de duelo, la víspera de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, no puede manifestar su regocijo, por lo que se limita a inundar de flores, de incienso y de luz, los monumentos en que en el jueves Santo se conserva el Santísimo Sacramento del Altar

Era así necesario, indispensable, establecer una fiesta dedicada a honrar a Nuestro Redentor en su Augusto Sacramento.

Y esta Santa religiosa, con la ayuda de Dios, pudo lograr que el año de 1264, 9 años después de su muerte, el Santo Papa Urbano IV estableciera una fiesta cuyo oficio se debe a la inspiración del de Aquino, el Doctor Seráfico de la Iglesia.

Es así el Jueves de CORPUS el día del año especialmente dedicado por nuestra Santa Iglesia para honrar el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, pero no su Cuerpo muerto como el Viernes Santo, sino unido a su Alma y su Divinidad, Su Cuerpo vivo y no solamente vivo, sino vivificante.

Nuestra Santa Iglesia quiere que este día lo dediquemos todo a Nuestro Señor Sacramentado. Que no faltemos en él a la Comunión reparadora, a la más hermosa Misa, a la más grandiosa procesión del año; procesión en la que, en los pueblos católicos cuya piedad exterior no está encadenada por absurdas leyes de tiranices gobiernos masónicos, se desborda la alegría y el entusiasma y el fervor, que llegan a los límites de la locura, cuando la Hostia Consagrada es llevada triunfalmente por las calles.

Nosotros, en nuestra desventurada Patria, no podemos tener demostraciones semejantes pero ¡quién podrá evitar que ese día comulguemos con el mayor fervor de que somos capaces!, ¡Quién podrá evitar que asistamos a la Misa solemne!, ¡Quién podrá evitar que contemplemos al menos dentro de nuestras Catedrales, la espléndida procesión del Corpus!, ¡Quién podrá evitar que nuestros corazones salten de júbilo dentro de nuestros pechos que rebosan de alegría, al par que los alegres repiques con que anuncian el Corpus las sonoras campanas de nuestras Iglesias!

Y quién podrá evitar, en fin, lo que, como nuestra Santa Iglesia lo desea, antes de entregarnos al descanso ese bendito día, visitemos una vez más a Nuestro Señor Sacramentado y ahí, en su presencia divina, consideremos cuál debe ser nuestra conducta para corresponder debidamente al Don tan grande al don infinito de Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Eucaristía.

Hagámoslo pues así y para ello, comencemos por considerar,¿ para qué instituyó Nuestro Señor Jesucristo tan Augusto Sacramento?

Todos sabemos que N. S. Jesucristo instituyó la Sagrada Eucaristía desde luego, para quedarse con nosotros hasta la consumación de los siglos.

Del mismo modo que todo padre cariñoso, cuando va a morir, no quiere separarse de sus hijos, sino que desea quedarse con ellos para no abandonarlos, para no dejarlos sin protección, para estar con ellos, Nuestro Señor Jesucristo, teniendo que ascender a los Cielos y no queriendo dejarnos abandonados quiso quedarse con nosotros y siendo Él infinitamente poderoso, pudo lograr lo que deseaba instituyendo la Eucaristía.

Y si Él en su infinito amor, la instituyó para estar con nosotros, toca a nosotros corresponder queriendo estar con Él.

Dichosos aquellos cristianos privilegiados que pueden pasar todo el día cerca del Santísimo Sacramento. Dichosas las monjas Sacramentarias que pasan horas enteras en estática adoración hacia N. Señor Sacramentado. Dichosos nuestros Sacerdotes que pasan la mayor parte de su vida acompañando a Nuestro Señor oculto en el Tabernáculo, que celebran todos los días la Santa Misa, que dan la Hostia Consagrada en Comunión a los fieles, que pasan las horas enteras confesándolos dentro del Templo, cerca de la Sagrada Eucaristía.

Nosotros los seglares, estamos imposibilitados por nuestras ocupaciones de hacerle compañía en igual forma pero sí podemos hacer compañía espiritualmente en todo momento a Nuestro Señor Sacramentado. Sí podemos visitarlo todos los días sea asistiendo a Misa, sea yendo donde se encuentre manifiesto, o simplemente donde esté oculto en el Tabernáculo y he aquí un deber que tenemos si queremos corresponder como debemos al amor infinito que Nuestro Señor Jesucristo tiene por nosotros.

Pero Nuestro Señor no solamente instituyó la Sagrada Eucaristía para Poder estar con nosotros, sino también para servir de alimento a nuestra alma y santificarnos; y quiso quedarse en forma de pan, porque el pan es el alimento cotidiano del hombre y así nos recordará que queda ser el diario alimento de nuestras almas. Y aún más, para que tuviéramos esto siempre presente, nos enseñó a decir en la oración del Padre Nuestro: El pan nuestro de cada día dánosle hoy.

Son pues los deseos de Nuestro Señor Jesucristo, que lo recibamos todos los días y así debemos hacerlo, o al menos DESEARLO.

Y que no nos aleje de la Sagrada Comunión pensar que no somos dignos de acercarnos a Dios, pues Él se hizo hombre por los pecadores y nadie, ni los hombres más santos, son dignos de recibirla y si sólo los dignos se acercaran a comulgar, nadie comulgaría.

En vez de permitir que pensamientos falsos, satánicos nos aparten de la Sagrada Eucaristía, pensemos en el sacrificio tan grande, en el anonadamiento infinito que significó para Nuestro Señor Jesucristo quedarse en el Santísimo Sacramento y sepamos corresponder a él.

Si ni la más exaltada imaginación, ni la mayor inteligencia alcanzan al hombre para darse cuenta del anonadamiento infinito que supuso el Misterio de la Encarnación, menos, mucho menos alcanzará a darse cuenta del que supone el Misterio de la Sagrada Eucaristía.

Y Cristo por amor nuestro no solamente se hizo carne, sino también llaga, llaga dolorísima y lo que supone un sacrificio infinitamente mayor: ¡Se hizo Pan! Pues para hacerse pan, sacrificó aún la forma humana. Él era el más hermoso de los hijos de los hombres. Sacrificó todas las facultades y poderes del hombre, para venir a ser una cosa, una simple cosa completamente indefensa que basta un soplo de viento para hacerla cambiar de lugar para llevársela.

¡Oh anonadamientos infinitos de Cristo Hostia! ¿Cómo sabremos corresponder a ellos? ¡Cuán obligados estamos a compensarlos con la magnificiencia de nuestros homenajes a la Eucaristía!

Para procurárnosla, aceptó, en su infinito Amor, quedar en ella al arbitrio del hombre; desde el que por bueno y santo que sea nunca la cuidará y honrará tanto como ella merece, hasta el malvado que comulgará sacrílegamente. Del incrédulo que repetirá a Cristo Eucaristía y no sólo una ocasión, sino hasta la Consumación de los siglos, las mismas blasfemias del Calvario "Si es cierto que estás realmente presente en la Hostia Consagrada ¿cómo es que no lo muestras con un milagro?" Y lo que es todavía más doloroso, a merced del cristiano tibio, indiferente, que a pesar de creer firmemente en la presencia de Cristo en la Hostia Consagrada, sólo se acerca de tarde en tarde a recibirla.

No seamos nosotros de éstos últimos. Que al menos encuentre en nosotros Nuestro Señor Jesucristo, correspondencia a tan grande anonadamiento teniendo, hacia la Sagrada Eucaristía, los sentimientos de profundo agradecimiento, amor, adoración y reparación que Ella merece; y añadiendo a ellos la acción formemos la resolución de comulgar cada vez más devotamente y con mayor frecuencia, hasta que logremos hacerlo diariamente

Y en nuestras diarias comuniones, nunca olvidemos uniéndonos a nuestra Santa Iglesia, reparar las ofensas que recibe Nuestro Señor Sacramentado por tantas profanaciones e indiferencias y formemos la resolución de corresponder al Amor infinito de Nuestro Señor y pidámosle para ello su santa ayuda diciéndole:

Señor, ahora comprendo un poco más la infinitud del Don tan grande que nos dejaste en el Santísimo Sacramento; ahora comprendo mejor cómo debo corresponder a él y formó el propósito, para ello, de amarte cada vez más, de tenerte continuamente en la memoria, haga lo que haga, en medio de mis trabajos, cuando vaya por la calle, en todo lugar, te tendré presente en mi mente, como tiene presente el avaro sus tesoros.

Tú quisiste quedarte en el Santísimo Sacramento para estar conmigo, yo corresponderé a esa prueba infinita de tu Amor, queriendo siempre estar contigo. Me propongo así, que no pase un solo día sin visitarte, sin poner a tus plantas mi amor, mis propósitos y resoluciones de ser cada día mejor para agradarte. Yo te visitaré asistiendo a la Santa Misa; yo te visitaré donde estés manifiesto y cuando esto no lo pueda, te visitaré donde estés oculto en el Tabernáculo.

Tú quisiste quedarte en el Santísimo Sacramento del Altar, para servir de alimento a mi alma y santificarla; yo quiero corresponder a tan grande dignación recibiéndote en la Sagrada Eucaristía cada vez con más frecuencia y procurando hacer cada vez mejor mis Comuniones, para lo que me propongo esforzarme por llevar una vida más cristiana y tener en mi corazón los sentimientos de humildad, de amor y de deseo, de que se llena el alma cuando se da cuenta de que es a su Dios a Quien va a recibir.

Además, Señor, yo tendré especial devoción y regocijo, por festejarle en el Santo Día del Corpus; en lo sucesivo esta Fiesta será la que más estime de las de todo el año. En ella nunca dejaré de considerar si he cumplido esta resolución; en ella siempre te pediré, como te pido ahora, y como te pediré en todas mis Comuniones, que cada día me inflames más en tu Amor, que cada día corresponda mejor al infinito Amor que te llevó a quedarte en este Augusto Sacramento. Y no olvidaré, Señor, pedirte me concedas la mayor de todas las gracias que podemos alcanzar sobre la tierra la gracia de recibirte diariamente.

 

Meditación.- Para cualquier día del año.

Kempis, Libro IV, Cap. I

- Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cansados y yo os aliviaré. (Mat. XI-28).

- El pan que Yo daré es mi misma carne, la cual daré Yo por la Vida del mundo .(Juan VI-52).

- Tomad y comed; éste es mi cuerpo, que por vosotros será entregado: haced esto en memoria mía .(I-Cor. XI-24).

Quien come mi carne y bebe mi sangre, en Mi mora y Yo en él .(Juan VI-57).

Las palabras que Yo os he dicho, espíritu y vida son. (Juan VI-64).

Estas son tus palabras, oh Cristo, verdad eterna, aunque no fueron proferidas en un tiempo, ni escritas en un mismo lugar.

Y pues son tuyas y verdaderas, debo yo, recibirlas todas con gratitud y fidelidad.

Tuyas son, pues Tú las dijiste: y mías son también, porque las dijiste por mi salvación.

Con gusto las recibo de tu boca, para que sean más profundamente grabadas en mi corazón.

Despiértanme palabras de tanta piedad, llenas de dulzura y de amor; pero me espantan mis propios pecados.

Atráeme la dulzura de tus palabras; mas la multitud de mis vicios me oprime.

Mandas que me llegue a Ti con confianza, si quiero tener parte contigo; y que reciba el manjar de la inmortalidad, si deseo alcanzar vida y gloria eterna.

Venid, a Mi, dices, todos los que estáis trabajados y cargados y yo os aliviaré. (Mat. XI-28).

¡Oh, palabra dulce y amigable al oído del pecador, con la cual Tú, Señor Dios mío, convidas al pobre y al mendigo a la Comunión de tu santísimo Cuerpo!

Mas ¿quién soy yo, Señor, para que presuma llegarme a Ti?

Veo que ni los altísimos cielos pueden abarcarle (III Reg., VIII, 27); y Tú dices: Venid a MI todos.

¿Qué significa esta tan piadosa dignación, y este tan amigable convite?

¿Cómo osaré llegarme yo, que no reconozco en mí cosa buena de que pueda presumir?

¿Cómo te hospedaré en mi casa, yo que tantas veces ofendí tu benignísimo rostro?

Te reverencian los Angeles y Arcángeles; te temen los Santos y justos; ¿y Tú dices: Venid a Mí todos?

Si no fueses Tú, Señor, quien esto dice, ¿quién lo creería?

Y si Tú no lo mandases, ¿quién se atrevería a llegarse a Ti?

 

Noé, varón justo, trabajó cien años en fabricar una Arca, para salvarse con pocos: y yo ¿cómo podré en una hora prepararme, para recibir con reverencia al que fabricó al mundo?

Moisés, tu gran siervo, y especial amigo tuyo, hizo el Arca de madera incorruptible, y la guarneció de oro purismo, para depositar en ella las Tablas y yo, criatura corrompida, ¿osaré recibir tan fácilmente a Ti, autor de la Ley, y dador de la vida?

Salomón, el más sabio de los reyes de Israel, en siete años, edificó un magnífico templo en honor de tu nombre.

Y por ocho días celebró la fiesta de su dedicación, ofreció mil hostias pacíficas y a son de trompetas y con júbilo, colocó solemnemente el Arca de la alianza en el lugar que le estaba preparado.

Y yo, miserable y el más pobre de los hombres ¿cómo te introduciré en mil casa, cuando apenas media hora sé emplear devotamente? ¡Y ojalá, que siquiera una vez hubiese empleado dignamente esa media hora!,¡Oh Dios mío!, ¡Qué no hicieron aquellos santos varones por agradarte!

Mas ¡ay de mí!, ¡Cuán poco es lo que yo hago!, ¡Cuán corto tiempo empleo para prepararme a la Comunión!

Rara vez estoy del todo recogido, y rarísima me veo libre de toda distracción.

Y por cierto, que en la saludable presencia de tu Divinidad no debiera ocurrirme pensamiento alguno profano, ni ocuparme criatura alguna, porque no voy a hospedar a algún Angel, sino al Señor de los Angeles.

Además, hay grandísima diferencia entre el Arca de la Alianza con cuanto contenía, y tu purísimo Cuerpo con sus inefables virtudes; entre aquellos sacrificios de la ley antigua, que figuraban los venideros, y el sacrifico verdadero de tu Cuerpo, que es el cumplimiento de todos los sacrificios antiguos.

¿Por qué, pues, no me enardezco más en tu irradiable presencia?

¿Por qué no me preparo con mayor cuidado para recibirte en el Sacramento; cuando aquellos antiguos santos Patriarcas y Profetas, los Reyes también y Príncipes, con todo el pueblo, tan afectuosa devoción mostraron al culto divino?

El devotísimo Rey David danzaba con todas sus fuerzas (II-Reg., VI-14) delante del Arca del Señor acordándose de los, beneficios concedidos en, otro tiempo a los Padres: hizo diversas suertes de instrumentos, compuso salmos, y ordenó que se cantasen con alegría; y aún él mismo los cantó frecuentemente con el arpa, inspirado de la gracia del Espíritu Santo; enseñó al pueblo de Israel a alabar a Dios de todo corazón, y a bendecirle y ensalzarle cada día con armonía de voces.

Pues si tanta era entonces la devoción, y tan presentes tuvieron las alabanzas divinas delante del Arca del testamento; ¿cuánta reverencia y devoción debo ahora tener yo, y todo el pueblo cristiano a la presencia del Sacramento, al recibir el excelentísimo Cuerpo de Cristo?

Muchos corren a diversos lugares, para visitar las reliquias de los Santos; y se maravillan de oír sus hechos, contemplan los grandes edificios de los templos y besan los sagrados huesos, guardados en seda y oro.

Mas he aquí que Tú estás presente delante de mí en el altar, Tú, Dios mío, Santo de los Santos, Creador de los hombres, y Señor de los Angeles.

Muchas veces, el motivo de visitar aquellas cosas es la curiosidad de los hombres, y la novedad de los objetos; asi es que sacan muy poco fruto de enmienda; mayormente cuando se anda con liviandad de una parte a otra, sin contrición verdadera.

Mas aquí, en el Sacramento del Altar, estas todo presente, oh Dios mío y hombre verdadero, Cristo Jesús: en el cual Sacramento se recibe copioso fruto de eterna salud, cuantas veces fueres digna y devotamente recibido.

Y a esto no nos trae ninguna liviandad, ni curiosidad, o sensualidad; sino la fe firme, la devota esperanza, y la sincera caridad.

¡Oh Dios invisible, Creador del Mundo! ¡Cuán, maravillosamente obras con nosotros! ¡Cuán suave y graciosamente lo dispones todo a favor de tus escogidos, a quienes te ofreces Tú mismo en este Sacramento para que te reciban!

Esto en verdad sobrepuja a todo entendimiento; esto especialmente cautiva los corazones, y enciende el afecto de los devotos.

Porque aun los verdaderos fieles tuyos, que ordenan toda su vida para enmendarse, reciben frecuentemente de este dignísimo Sacramento abundante gracia de devoción y amor de la virtud.

¡Oh admirable y escondida gracia de este Sacramento, la cual conocen tan sólo los fieles de Cristo! pero que los infieles y los esclavos del pecado no pueden experimentar.

En este Sacramento se comunica gracia espiritual, se repara en el alma la virtud perdida y reflorece la hermosura afeada por el pecado.

Tanta es algunas veces esta gracia, que de la plenitud de su devoción no sólo el alma, sino aún el cuerpo flaco siente haber recibido fuerzas mayores. Pero es muy mucho de lamentarse y de llorar nuestra tibieza y negligencia, porque no vamos con mayor afecto a recibir a Cristo, en quien consiste toda la esperanza y él mérito dé los que se han de salvar.

Pues El es nuestra santificación y redención (I-Cor. I-30); El, nuestro consuelo en esta peregrinación, y el gozo eterno de los Santos.

Y así es mucho de llorar el descuido, con que muchos miran este saludable misterio el cual alegra el ciclo, y conserva el mundo entero.

¡Oh ceguedad y dureza del corazón humano, que tan poco atiende a tan inefable don, y que aún pasa a la indiferencia por el uso que de él se hace todos los días!

Porque si este Santísimo Sacramento se celebrase en un solo lugar, y se consagrase por un solo sacerdote en todo el mundo, ¿con cuánto deseo y afecto piensas tú, acudirían los hombres a aquel lugar, ya aquel sacerdote de Dios, para verle celebrar los divinos misterios?

Mas ahora hay muchos sacerdotes, y se ofrece Cristo en muchos lugares; para que tanto mayor se muestre la gracia y el amor de Dios al hombre, cuanto la sagrada Comunión es más liberalmente distribuida por el mundo.

Gracias A Ti, buen Jesús, Pastor Eterno, que a nosotros, pobres y desterrados, te dignaste recrearnos con tu precioso Cuerpo y Sangre; y también con palabras de tu propia boca, convidarnos a recibir estos misterios, diciendo: Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os aliviaré (Mat. XI-28).

 

TANTUUM ERGO

Tantuum ergo Sacramentum

Venerémur cérnui:

Et antiquum documéntum

Novo cedat rítui;

Praestet fides supleméntum

Sénsuum deféctui.

Genitori, Génitóque

Laus et jubilátio;

Salus, honor, virtus quóque

Sit et benedictio,

Procedénti ab utroque

Compar sit laudátio. Amén.

V- Panem de coelo praestitísti eis.

R- Omme delectaméntum in se habéntem.

(En español).

Demos, pues, a tan ALTO SACRAMENTO

Culto y adoración todos rendidos,

Y ceda ya el antiguo documento

A los ritos del nuevo instituidos;

Constante nuestra fe dé suplemento

al defecto de luz de los sentidos.

Al Padre con el Hijo sea dado,

Júbilo, aplauso y gloria eternamente;

Salud, virtud y honor interminado

Bendición y alabanza reverente;

Y al Espíritu de ambos aspirado,

Sea gloria y loor no diferente. Amén.

V - Nos diste a comer el Pan del Cielo

R - Que encierra en sí todo deleite.

 

BENDICION CON EL SANTISIMO.

(Hacer la intención de recibir la bendición con el Santísimo posternándose y diciendo):

Bendíceme oh Señor, con la ternura con que bendecías a los pecadores de Palestina; y con esta bendición, despierta en mi alma el arrepentimiento sincero de mis culpas; aumenta mi fe y mí sumisión a tu adorable voluntad; dame el Pan cotidiano de la Sagrada Eucaristía; alivia mis enfermedades, consuélame en mis penas y haz, benignísimo Jesús, que sea dócil de espíritu y humilde de corazón.

¡BENDITO SEA DIOS!

Bendito sea su Santo Nombre.

Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.

Bendito sea el Nombre de Jesús.

Bendito sea su sacratísirno Corazón.

Bendito sea Jesús en el Smo. Sacramento del Altar.

Bendito sea Dios Espíritu Santo.

Bendito sea su divino influjo y santa inspiración.

Bendita sea la gran Madre de Dios María Sma.

Bendita sea su Santa e inmaculada Concepción.

Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.

Bendito sea San José su castísimo esposo.

Bendito sea Dios en sus Angeles y en sus Santos.

Sea eternamente bendito y alabado.

 

A. M. D. G.