Último discurso de Carlos Abascal en la Universidad Anáhuac | ||||
"Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno, la grandeza de lo divino" | ||||
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Agradezco a la Universidad Anáhuac del Sur, a su Consejo y al Sr. Rector Javier Vargas Diez Barroso el doctorado Honoris Causa que inmerecidamente hoy se me otorga, pues es esta una institución de educación superior que ha venido especializándose en la formación de jóvenes que, en diferentes disciplinas, sepan ejercitar un liderazgo integral. Esta Universidad, sin renunciar a su quehacer científico técnico, ni a la investigación metodológica para buscar la verdad, sigue abordando de frente, el problema del sentido último de la vida y de la relación del hombre con Dios, convencida, como lo está de que fe y razón no se excluyen sino que se complementan. CRISTIANISMO: TRANSFORMAR EN EL AMOR Me interesan especialmente los alumnos de esta prestigiosa universidad, quienes deberán hacer gala de tal liderazgo para transformar México a la luz de los valores eternos. Por ello, más que una erudita reflexión cuyo destino sea, en el mejor de los casos, algún rincón de la biblioteca, me ocupa el tema más trascendente que puede haber para alguien que se dice seguidor de Cristo, cristiano, y que asume todas las consecuencias inherentes. |
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El ser humano nace, vive, muere con dos sellos indelebles: el sello de criatura de Dios, quien le comunica la inmensa dignidad que posee, precisamente por haberlo creado a Su imagen y semejanza; y el sello de su irrenunciable vocación social, que le exige ser comunión con todos sus semejantes, si quiere realizar la vocación que él, y nadie más que él, puede y debe realizar durante su existencia temporal. La mayoría de las personas se detienen a reflexionar en el segundo sello, y se apoyan con frecuencia, mutilándola, en la expresión del propio Jesucristo, cuando afirma “Dad a Dios lo que es de Dios, y al césar lo que es del césar”. En el afán de dar al césar lo que es del césar, se olvidan de que hay que dar a Dios lo que es de Dios. ¿Y qué es de Dios? Nada más y nada menos que la integralidad de la persona humana, en todas las manifestaciones de su vida, porque es el pensamiento amoroso de Dios el que da vida al ser humano. Hay quienes
pretenden construir una visión antitética, opuesta entre
ambos sellos, de manera tal de que darle a Dios lo que es de Dios implicaría
arrebatarle a la sociedad y al Estado lo que les corresponde, y viceversa.
Otros más excluyen totalmente de la vida pública la presencia de Dios, y prefieren prescindir del primer sello, arrinconándolo a la mera vida privada, arguyendo razones históricas, no siempre apegadas a la verdad y, desde luego, acontecimientos en los que sin duda hubo graves errores humanos, magnificados a veces y convertidos en leyenda negra por diferentes corrientes de pensamiento. Dar a Dios lo que es de Dios no es un asunto privado, es un asunto personal porque la fe no se le impone a nadie, porque ser cristiano es encontrarse personalmente con Cristo y pedirle que nos transforme en el amor, por el amor y para el amor para servirlo en los demás hombres, porque Cristo, que es Camino, Verdad y Vida, nos legó una fe cuyo objeto no es que cada cristiano cumpla ciertos preceptos y prácticas externas, sino que cada cristiano y todos juntos transformemos la realidad temporal con el espíritu del Evangelio, que es el espíritu del Amor, de la Justicia, de la Unidad y del Bien. Es cierto: el reino de Jesús no ES de este mundo; pero el único lugar en el que los hombres preparan el advenimiento del Reino de Dios es este mundo. ¿Cómo podría un cristiano seguir a Dios, en particular a Cristo Jesús, si niega su relación primaria con El, o por lo menos la asume como si fuese asunto privado, dejando de ser lámpara que ilumina y sal de la tierra? Pienso que la mayor censura a Dios en la vida pública, proviene de cristianos que se autocensuran para hacer solo lo políticamente correcto a los ojos de los demás. El catolicismo
no es la religión del libro, o de las meras prácticas externas
sino la religión del encuentro personal con Cristo que todo lo
transforma gracias al Amor. Todos los cristianos tenemos la misma misión
básica: llevar a Cristo al mundo y llevar el mundo a Cristo. Es
decir, tenemos la misión de ser sus testigos. Para que el servicio a los demás sea eficaz, el cristiano ha de prepararse toda su vida para ejercitar, sea cual sea su profesión, un liderazgo integral, capaz de contribuir a eliminar las causas estructurales de la pobreza, a darle plena vigencia al Estado de Derecho, a propiciar una justa distribución de la riqueza, a crear un ambiente de pleno respeto a los derechos humanos (incluido el de la libertad religiosa), a respetar y promover el principio de autoridad y a las instituciones, a participar activamente en la democracia, a hacer un uso responsable del medio ambiente, a educar, siempre desde la perspectiva del amor que le permita ver en cada persona el rostro de Cristo. Puesto que la relación con Dios es personal pero no privada, la sociedad y el gobierno deben promover el respeto a todos los credos religiosos en el marco, como lo asienta Sarkozy, Presidente de Francia, de una laicidad positiva que permita aprovechar toda la herencia religiosa, innegable e irrenunciable, que permea absolutamente toda nuestra cultura, particularmente en los países de origen y trayecto cristiano. Ningún Estado que pretenda construir el bien común aprovechando todas sus fuerzas, toda su historia, toda su cultura, puede darse el lujo de prescindir, de ocultar, de soslayar estos principios que están en el punto de partida de nuestra propia civilización. Por eso el Cardenal Ratzinger afirma que el estado laico, es decir, la legítima autonomía entre lo temporal y lo espiritual es una conquista de la civilización. En una sociedad pluralista, la laicidad es un lugar de encuentro y comunicación entre las diversas tradiciones espirituales y la Nación”, afirmó Juan Pablo II. TRANSFORMAR LA REALIDAD El cristiano
que vive en el mundo, que participa en la política, en la economía,
en la cultura, en lo social, tiene el deber de trabajar para lograr estándares
éticos cada vez más elevados en la convivencia social, siempre
usando argumentos propios de la razón. Para el cristiano construir el amor, la unidad, el bien es un deber insoslayable, pues tales bienes de la convivencia derivan de su fe en Aquel a quien dice seguir y amar y se concretan en la relación con el otro y con los otros. Cuando el
cristiano actúa así el estado laico se fortalece con la
riqueza de la aportación de los creyentes y también con
la de los no creyentes. Afirmo que, hoy más que nunca, la vida pública requiere de mujeres y hombres de vigoroso carácter moral, con una sólida formación espiritual y con un compromiso indeclinable de ser cristianos de tiempo completo y al servicio de la nación. Bien vale la pena gastar nuestra vida, al límite, al servicio de Jesucristo. Conforme
a la parábola de los talentos, no pretendamos llegar ante El como
jubilosos jubilados, sino como incansables trabajadores de la mies. Pienso que urge que actuemos con más eficacia el campo de la convivencia social, pues ahí se dan las más variadas relaciones entre los hombres. De hecho, es indispensable devolverle a la democracia fundamentos sólidos de valores eternos derivados del orden natural de las cosas, pues la democracia despojada de valores estables, tiende a la anarquía pues solo prevalecería la creación de convencionalismos para la convivencia por la vía de la construcción de mayorías parlamentarias. Es imperativo que el Estado de Derecho tenga su mayor fortaleza en normas positivas fundadas en el derecho natural. Hoy hay un razonable acuerdo en que la libertad económica, con matices, y la democracia con sus particularidades son la manera mas adecuada para organizar la convivencia entre las naciones y al interior de las mismas. Sin embargo, cuando analizamos con más agudeza nuestra época, la disputa pública y cultural ya no está centrada en el modelo económico ni en el político, sino en los valores que le dan sentido a la persona y orientan su conducta. Hoy somos parte de una batalla antropológica cultural en la que el poder político reclama para si la facultad de definir al hombre, muchas veces socavando su libertad y dignidad. Ante esta realidad, la verdad acerca de la persona humana conocida por la razón e iluminada en su totalidad por la Revelación, constituye el arma fundamental para dar la batalla en la defensa y promoción del ser humano. TESTIMONIO CRISTIANO Algunas
personas piensan que obtener éxito material y vivir congruentemente
la fe es imposible. El hedonismo, materialismo e individualismo que prevalecen en nuestro tiempo, no borran, pero sí opacan, el primer sello al que he hecho referencia. El ansia de dinero, poder, placer y éxito, avasalla muchos corazones. El cristiano que suele hacer de su fe en Jesucristo un asunto privado, difícilmente descubrirá en su encuentro con el otro, un encuentro con Jesucristo que lo transforme a el, en el amor, por el amor y para el amor, y por lo tanto, hará prevalecer sus apetitos personales por encima y aun en contra del bien de los demás. A lo largo de mi vida he aprendido algunas cosas. Mi familia, mis confesores, maestros y amigos y muchas personas me han ayudado sobre todo a amar la voluntad de Dios y a pedir perdón; porque lo importante durante la vida temporal es conocer el camino de regreso a la casa del Padre, confiado en Su misericordia, cosa que sin duda se expresa en el mandamiento nuevo pero que se desglosa de una manera espléndida en la Oración del Papa Clemente XI, misma que rezo con todos mis equipos de trabajo desde hace muchos años y que ha producido abundantes frutos porque todos ellos son mujeres y hombres de fe y de bien, con sus dos sellos muy bien puestos. A todos ellos, gracias y que Dios los bendiga. Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza; espero en ti, pero ayúdame a esperar sin desconfianza; te amo, Señor, pero ayúdame a demostrarte que te quiero; estoy arrepentido, pero ayúdame a no volver a ofenderte.
De manera
muy especial, quiero agradecer a mi esposa, Rosa Martha; ella y yo fundamos
nuestro hogar hace 35 años (lleno de luz y alegría, y también
de cruz y pobreza) del cual brotaron, por obra del amor, 5 hijos y, hasta
ahora, seis nietos. El Señor Jesús, al ver actuar a mi esposa,
no habría hecho la distinción entre Martha y María,
porque ella es las dos a la vez. Rosy ha sido, es y será el amor
y la inspiración de toda mi vida. ¡JOVENES! Tomen clara conciencia de que son hijos de Dios que están de paso en la tierra y que lo que le da sentido a la vida es precisamente el amor. Asegúrense de que en cualquier decisión económica, política, cultural o social la persona esté en el centro para preservar y promover su dignidad, pues ello forma parte del plan de salvación, pues cada persona vale más que todo el universo creado y por eso fue pagada al precio de la sangre de Cristo. El cristiano consciente de sus dos sellos, tiene que SABER acerca de Dios y acerca de su específica profesión, para que pueda SERVIR con eficacia, sin pretextos, consciente de que AMAR, es lo que le da sentido a la vida, pues solo por el amor podemos aspirar a construir el bien común del hombre en esta tierra, hacia la eternidad. ¡NO
TENGAMOS MIEDO! |
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