SANTORAL DICIEMBRE DEL 2007 / www.laverdadcatolica.org
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Santos: Eloy o Eligio de Noyón, obispo; Nahum, profeta. Beata María Clementina Anuarite Nengapeta mártir.
BEATA MARÍA CLEMENTINA ANUARITE NENGAPETA, del arameo, “señora” y del latín, patronímico de Clemente, “benigno” “clemente” (1939-1964). Mártir. Nació en Wamba, Congo Belga (actual República Democrática del Congo), en el seno de una familia no católica; tiempo después fue bautizada junto con su madre y hermanas. Inició estudios y se graduó en enfermería en la escuela de las Hermanas del Niño Jesús de Nivelles. A los quince años de edad, expresó: “Quiero el trabajo de Dios”. Ingresó en la congregación de la Sagrada Familia, donde eligió el nombre de María Clementina. Pese a su vocación, su madre insistía en que abandonara la vida religiosa; la Joven le contestó: “Me he consagrado a Dios seriamente y no de broma”. Hizo sus primeros votos en 1959. Desempeñó diferentes trabajos: de sacristana y cocinera en su convento, y maestra de educación primaria. Era de carácter alegre, entusiasta, piadosa, obediente y humilde, características con las cuales ganó el afecto y la admiración de sus hermanas espirituales. Lo esencial en su vida eran la Eucaristía, la penitencia y la oración, por lo que imploraba: “Señor Jesús, concédeme deseo y gran amor por la oración, a fin de que pueda progresar en la vida espiritual”. En su país, se inició en 1961 una campaña contra los europeos y hombres blancos. En 1964, el Congo entró en la guerra de los simbas contra los belgas y los colaboradores de éstos; en medio de esta situación, un día se presentaron militares en el convento y, con engaños, llevaron a las madres a Isiro, donde el coronel Olombe pretendió abusar de Clementina; ante su negativa, fue brutalmente golpeada y ultimada con bayonetas; en un acto de caridad inconmensurable, antes de morir, exclamó: “¡Le perdono, porque no sabe lo que hace!”, y entregó su alma al Señor. Por su amor y fidelidad al Dios verdadero, su santidad Juan Pablo II la beatificó y la llamó “mártir de la castidad y del perdón”; durante su viaje pastoral por Kinshasa, Zaire, África, en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el 15 de agosto de 1985.
1 DOMINGO DE ADVIENTO
Santos: Bibiana de Roma, mártir y Roberto de Matallana, abad. Beato Juan de Ruysbroeck presbítero.
BEATO JUAN DE RUYSBROECK, del hebreo, “Dios ha hecho gracia” (1293-1381). Presbítero. Su apellido procede de su lugar de nacimiento en Bélgica. Recibió formación religiosa de su piadosa familia, que lo envió a los once años de edad a continuar estudios con un tío canónigo de la catedral de su país; con él aprendió a ser obediente y a vivir en austeridad. Efectuó el aprendizaje de las letras en la escuela del lugar. En su juventud, manifestó a su pariente el deseo de ser sacerdote; ingresó en el seminario, y se ordenó de sacerdote en 1317. Fue canónigo de la catedral mencionada, donde destacó por el fiel cumplimiento de sus deberes y vida sencilla; a la vez, profundizó en la espiritualidad Pero renunció a su canonjía y se retiró a la contemplación en una solitaria gruta de Groenendael, en Brabante, Bélgica. Al paso del tiempo, se le unieron piadosos varones, quienes edificaron un templo y vivieron en comunidad bajo la regla de san Agustín, de la que Juan fue el prior. Se le atestiguaron continuos éxtasis; dedicado a la oración, era un ejemplo de humildad realizaba los oficios más sencillos para servir a su comunidad, y por ello se le llamó el Admirable. Inculcó a sus monjes la prioridad de la búsqueda de Dios como principio de todo lo que hicieran y la permanente práctica de los sacramentos; les infundió el principio de que el hombre es capaz de la experiencia de Dios mediante una vida piadosa. De su obra literaria mencionamos Ornamento de las bodas espirituales, Las siete clausuras, y Tabernáculo de la Alianza. Se enfrentó a la secta hereje de los hermanos del libre espíritu. Su muerte ocurrió en la abadía por él fundada, donde fue sepultado; numerosos fieles solicitaron su intercesión, y se produjeron los milagros; por eso el pueblo comenzó a venerarlo. Su culto se confirmó cuando en 1908, san Pío X (1903-1914), el 21 de agosto lo beatificó. Cabe hacer notar que en algunos santorales se le llama santo, lo cual es un error, pues hasta nuestros días no se ha efectuado su canonización.
Santos: Francisco Javier, presbítero; Sofonías profeta, y Casiano de Tánger, mártir.
SAN SOFONÍAS, del hebreo, “Yahvé atesoró” (siglo VII a. C.). Profeta. Es el noveno de los llamados profetas menores por lo breve de su mensaje. No se conocen particularidades de su vida; la tradición indica que su vida transcurrió en la época del rey Josías de Judá, entre los años 639 y 609 antes de la era cristiana. Escribió el libro homónimo del Antiguo Testamento, que es del género literario apocalíptico (Apocalipsis es palabra griega que significa “revelación”), el cual se divide en cuatro partes: 1. El día de Yahvé en Judá. II. Contra las naciones. Contra Jerusalén. IV. Promesas. Denunció las deformaciones religiosas de su tiempo, y la avaricia de los ricos ni diferentes a las necesidades de los pobres. Se le tiene por el profeta de la esperanza, debido a que en sus vaticinios dio a conocer las promesas del Señor; ofreció la victoria a los justos que sufren persecución, y la salvación que no termina nunca. No se conocen el lugar, la forma y la fecha de su fallecimiento. Ha sido incluido en el santoral por su participación en el plan salvifico de Dios.
Santos: Juan Damasceno, doctor de la Iglesia; Bárbara de Nicomedia, mártir, y Juan Calabria fundador
SAN JUAN CALABRIA, del hebreo: “Dios ha hecho gracia” (1873-1954). Fundador. Nació en Verona, Italia, y fue el último de siete hermanos. Sus padres se llamaron Luis y Ángela, de los cuales recibió sólida formación en el catolicismo. Desde niño conoció la pobreza. En su juventud se inclinó por el sacerdocio e ingresó en el seminario. Se dice que, al cursar el primer año de teología (1897), cuando regresaba de visitar a los enfermos del hospital, encontró a un niño abandonado en la calle y lo acomodó en su dormitorio; no se sabe qué pasó después, pero sí que este hecho marcó su vida y el principio de su futuro apostolado. En ese mismo año, con un grupo de seminaristas y laicos, fundó la Pía unión para la asistencia de los enfermos pobres, dedicada a atender niños y adultos carentes de recursos. Tras ordenarse de sacerdote en 1901, se le asignó la parroquia de San Esteban y el cargo de confesor en el seminario; en ambos lugares fue amable y comprensivo. En 1907 fundó la “Casa Buoni Fanciulli”, en 1932 la congregación de los Pobres Siervos de la Divina Providencia y en 1940 la rama femenina de las Pobres Siervas de la Divina Providencia. Cada uno de estos dos institutos obtuvo la aprobación pontificia en 1949 y 1981. Estableció hospitales, asilos para enfermos y ancianos (donde se les atendía en forma gratuita) y casas para la formación de jóvenes y adultos marginados (a los cuales apoyó económicamente en el caso de elegir la vocación religiosa o sacerdotal, o bien hasta definir su vocación). Comprendió la situación de los laicos comprometidos en el servicio al prójimo organizándolos en la Familia de los Hermanos Externos en 1944. Fue modelo de oración, formación moral y asistencia de los necesitados. En Italia, la víspera del día de su deceso, tuvo un último gesto de caridad, cuando ofrendó su vida al Señor a cambio de la existencia del pontífice Pío XII (1939-1958), quien agonizaba; milagrosamente, mientras Juan Calabria moría, el Santo Padre recuperaba la salud. Canonizado por Juan Pablo II en 1999. Iconografía: en fotografía, con sotana, atendiendo niños.
Santos: Sabás de Capadocia abad; Atala o Atalía de Alsacia, abadesa, y Geraldo o Geraud de Braga, obispo.
SAN SABAS DE CAPADOCIA, del hebreo, “converso” (439-532). Abad. No todas las narraciones coinciden en los datos de su infancia y adolescencia. Nació en Mutalaska (actual Kayseri, Turquía). Se dice que su padre, militar, por viajar de continuo, lo entregó a unos parientes, de quienes, al parecer, recibió maltrato. A los dieciocho años, decidió consagrar su vida a Dios y, como era costumbre en su época, ingresó en un monasterio de su tierra natal. Se distinguió por su entrega a la oración y la penitencia y por la austeridad. Sin embargo, requería aún mayor soledad y disciplina, de modo que viajó a Jerusalén, donde se instaló en una laura (conjunto de ermitas habitadas por monjes); aquí permaneció diez años dedicado a orar, al estudio de la Sagradas Escrituras y a profundizar en la espiritualidad y el conocimiento de la vida monástica. En su búsqueda de retiro y soledad, se dirigió a Alejandría, Egipto, donde habitó una profunda cueva, de la que salía cada semana para participar en la santa misa. Después (473) encontró mayor retiro refugiándose en una torre, donde vivió solo y dedicado a la oración. Regresó a Jerusalén en 478 para vivir en una gruta en el valle de Cedrón (Bikah Kidron), donde fundó la llamada Gran Laura. Debido a su sabiduría y fama de santo, aunadas a su conocimiento de la organización de la vida monástica, numerosos varones se le unieron como discípulos. Pese a su sabiduría, algunos monjes mostraron inconformidad, ya que Sabás no era sacerdote; empero el patriarca de Jerusalén, para evitar desacuerdos, lo ordenó de presbítero (491). La obra de este santo creció: estableció numerosos monasterios y lauras. Se le otorgó el nombramiento de archimandrita (dignidad eclesiástica para ejercer autoridad en los monasterios) de Palestina. Se le atribuye haber escrito el Typikon, conjunto de normas litúrgicas del rito bizantino, y una Regla para la organización de las abadías. Falleció y fue sepultado en el monasterio por él fundado; su culto se extendió a partir del siglo VI, cuando se le dedicó una basílica en Roma. Iconografía: anciano barbado, con libro y el modelo de su monasterio.
Santos: Nicolás de Bari o de Mira, obispo, y Pedro Pascual, mártir. Beata Carmen Sallés fundadora.
BEATA CARMEN SALLÉS, del hebreo, “viña de Dios” (1848-1911). Fundadora. Vio la primera luz en Vic, Barcelona, España. Fue hija de Francisca y José, quienes le infundieron la religión católica, la caridad, el apego a los sacramentos y el rezo del santo rosario en familia. Era de clase media. Desde los ocho años de edad vivió en Manresa, donde sus padres le procuraron estudios en La Enseñanza y a la postre obtuvo vasta cultura. Al llegar a la juventud sintió el llamado a la vida consagrada, pero sus padres se opusieron debido a que la comprometieron en matrimonio; Carmen, sin discutir con sus progenitores, se dedicó a orar para discernir y, pese a todo, ingresó en el noviciado de las Adoratrices del Santísimo Sacramento, en Barcelona; con el tiempo se trasladó a la orden dominica, en la cual recibió instrucción religiosa y docente, además de iniciarse en las tareas de gobierno y administración. Lo anterior, además de su cultura, le fue útil para el apostolado que Dios le había preparado. Se percató de las necesidades de formación integral y de preparación de las niñas y las mujeres, con lo cual se adelantó a su época. Por inspiración del Espíritu Santo, con tres religiosas de ideas afines, realizó su proyecto para una vida religiosa renovada, teniendo como modelo a María inmaculada: fundó la congregación de Concepcionistas de Santo Domingo (conocida en la actualidad como Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza). Destacó como educadora en la formación femenina desde la infancia, además de educar a los niños y atender con ternura a ancianos enfermos. Destacó por su piedad, amor a la pasión del Señor y a la Eucaristía, por su devoción a Maria Santísima, y por su carácter alegre y trato amable. Para dar ánimo a sus hermanas espirituales expresaba: “Ya que Dios nos ha llamado a tan altos designios, hagámonos dignas y aptas para llevarlos a cabo”. Estableció en Madrid la casa generalicia de la congregación con un noviciado. Una enfermedad la hizo caer en cama y predijo que moriría el 25 de julio de 1911, lo que así ocurrió; sus reliquias fueron colocadas en el oratorio de dicha casa, donde reciben veneración. A su muerte quedaron instaladas trece casas en su país, una en Italia y en preparación otra en Brasil. Fue beatificada por Juan Pablo II en 1998.
Santos: Ambrosio de Milán, doctor de la Iglesia, y Fara de Meaux, abadesa. Beato Eutiquiano I papa y mártir.
BEATO EUTIQUIANO I, del griego, “afortunado” (siglo III). Papa y mártir. Originario de Luni, Italia. Se carece de datos fidedignos anteriores a su elección pontificia, el 4 de enero de 275, en el lugar vigésimo sexto después de san Pedro. Tuvo una actitud de humildad, sencillez, servicio y amor al prójimo; se entregó a la tarea de dar cristiana sepultura a innumerables cadáveres de mártires víctimas de las persecuciones paganas y mandó que los cuerpos se cubrieran cubiertos con la dalmática (túnica de amplias mangas, utilizada por los diáconos). Instituyó la bendición en el momento de recoger las cosechas. Murió mártir en aras de la fe el 7 de diciembre de 283; fue sepultado en las catacumbas de San Calixto, en Roma. Cabe señalar que, en su época, a su muerte los pontífices eran venerados como santos.
La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.
Santos: Zenón de Verona, obispo; Frida, Edit y Sabina de Inglaterra, mártires.
LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, del latín, inmaculada, “la que no tiene mancha”. En el correr de los tiempos, la Iglesia ha aceptado que la Virgen María ocupa un lugar privilegiado por haber sido la madre del Redentor. Según el evangelista Lucas (1, 26-3 8), en la Anunciación, el arcángel Gabriel la nombró como “...la llena de gracia”. La veneración a María surgió en el siglo IV de la era cristiana, con celebraciones en su honor: su Natividad, la Anunciación, su Presentación en el Templo, la Asunción, etc.; además, la piedad popular le ha impuesto innumerables advocaciones al correr de los años, en todos los pueblos y ciudades del mundo. La solemnidad que hoy se festeja comenzó en el Oriente hacia el siglo VIII; otras similares surgieron en España e Irlanda en el siglo IX y poco después en Inglaterra en el XI, todas exaltaban la pureza de María. En el concilio de Basilea, Suiza, en 1439, se trató el tema de haber sido preservada de toda mancha desde su concepción. En el siglo XIX el beato Pío IX (1846-1878) proclamó el dogma (verdad a la luz de la fe) de la inmaculada concepción de la santísima Virgen María el 8 de diciembre de 1854, fecha en que comenzó la actual solemnidad. Iconografía: entre nubes, María está de pie, ataviada con vestido blanco, manto azul, rodeada por ángeles, con las manos juntas sobre el pecho en actitud orante. Quizá la obra más conocida de esta representación, es la del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682).
II DOMINGO DE ADVIENTO
Santos: Juan Diego Cuauhtlatoatzin laico, y Pedro Fournier, fundador.
SAN JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN, del hebreo, “Dios ha hecho gracia”, del latín, “instruido”, y del náhuatl, “el que habla como águila” (1474-1548). Laico. Natural de Cuautitlán, perteneciente al reino de Texcoco en la entonces Nueva España. Perteneció a la casta de los macehuales, las más baja de la etnia. Se había convertido a la fe de Cristo; fue bautizado con el nombre de Juan Diego. Se unió en matrimonio religioso con Lucía, llamada Malintzin antes del bautismo en 1524. Cuatro años después quedó viudo y pasó a vivir con su anciano tío Juan Bernardino en el poblado de Tulpetlac, al norte de la ciudad de México, (pueden visitarse los vestigios de su casa). Era un hombre piadoso que asistía todos los días a la santa misa y a recibir la catequesis; para ello, caminaba desde su hogar hasta el templo de Santiago, en Tlatelolco. En diciembre de 1531 hacía el trayecto acostumbrado y al pasar por el cerro del Tepeyac en los días del 9 al 12, presenció cuatro apariciones de la santísima Virgen María, quien le solicitó que se le construyera un templo en ese mismo sitio, para atender las súplicas de sus hijos. Juan Diego, obedeciendo a la Señora del cielo, como él la llamó, fue a narrar el acontecimiento al obispo fray Juan de Zumárraga (1468-1548), quien lo escuchó por medio del interprete Juan González; el prelado no dio crédito al indígena, y le pidió “una señal”, para saber si era verdad lo que había visto. Al día siguiente, al contemplar a María santísima le contó lo sucedido y solicitó una señal para que la petición de ella fuera atendida; la divina Señora le indicó cortar rosas, colocarlas en su tilma y entregarlas al obispo. Una vez en el obispado, después de prolongada espera, ante fray Juan de Zumárraga desplegó su tilma; y al caer las flores, los presentes observaron que en la burda tela había quedado estampada la imagen de la madre de Dios, imagen que hoy se conoce como Nuestra Señora de Guadalupe. Este santo varón sobrevivió dieciséis años a dicho acontecimiento; custodió la imagen colocada en una ermita y con entusiasmo narraba a los visitantes su experiencia. En el Archivo Histórico de la Basílica de Guadalupe se encuentran las crónicas que narran cómo el vidente entregó su vida a Dios, el cuidado de la tilma, su confesión y comunión frecuentes, la oración constante, y el ayuno y las disciplinas con que castigaba su cuerpo. Juan Pablo II lo beatificó el 6 de mayo de 1990, en su segunda visita a México, y lo canonizó el 30 de julio de 2002, durante su quinta visita al país. Iconografía: con atuendo indígena: camisa y pantalón blancos de manta, y de pie al mostrar el ayate o tilma (burda tela tejida con fibra de maguey) estampada con la imagen guadalupana.
Santos: Melquíades I, papa y mártir; Eulalia de Mérida, mártir, y Sindulfo de Vienne, obispo.
SAN MELQUÍADES I, del griego, “de la familia pelirroja” (314). Papa. Oriundo de África. Es conocido desde su elección pontificia, el 11 de julio del año 311, en el lugar trigésimo segundo. Durante su pontificado, el cristianismo fue decretado religión de Estado por el emperador san Constantino el Grande (21 de mayo), en 313, con lo cual dio fin a las persecuciones paganas. Promulgó un decreto contra las herejías de su época, instituyó la utilización del pan bendito e inició la edificación de la basílica de San Juan de Letrán. Su muerte ocurrió en la Santa Sede; fue el último pontífice sepultado en las catacumbas de San Calixto.
Santos: Dámaso I papa; Daniel el Estilita de Constantinopla, confesor, y Maravillas de Jesús, religiosa.
SAN DÁMASO I, del griego, “domador” (305-384). Papa. Sus datos biográficos son escasos. Se le considera español; sin embargo, sus padres Lorenza y Antonio, quienes lo formaron en la virtud cristiana, radicaban en Roma, por lo cual es posible su origen romano. Colaboró en el templo de San Lorenzo de la Ciudad Eterna; después fue diácono de su antecesor, el papa Liberio I (352-366). El 1 de octubre de 366, fue elegido trigésimo séptimo papa, pero no ocupó el cargo sino hasta 367 dado que, por desacuerdos en la iglesia de su época, se enfrentó al antipapa Ursino, quien había sido nombrado en forma irregular y ejercido el cargo en la Santa Sede durante un año. Destacó por su brillante inteligencia y cultura; se interesó por la historia y el culto a los mártires; los muros de las catacumbas romanas están adornados con numerosos epitafios compuestos por él. Combatió las herejías de su tiempo, en especial el arrianismo (herejía de Arrio [256-336] quien sostenía que Jesús carecía de divinidad), y concilió relaciones entre Oriente y Occidente. Instituyó el canto de los salmos a dos coros iniciado por san Ambrosio, obispo de Milán (7 de diciembre); algunos textos indican que introdujo en la liturgia tanto la expresión “aleluya” (del hebreo halleluh Yah, ¡alaben a Yahvé!), como la doxología (del griego, “expresión de honra y gloria”) “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”. Confió a san Jerónimo (30 de septiembre) la traducción de la Biblia al latín. Su deceso ocurrió en la sede pontificia el 11 de diciembre; fue sepultado, según su voluntad, en una austera tumba de la Vía Ardentina. Iconografía: con las insignias papales y en sus manos las Sagradas Escrituras.
Nuestra Señora de Guadalupe
Santos: Corentino de Quimper, obispo, y Simón Hua de Vietnam, mártir.
NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, del náhuatl, coatlaxopeu: “la que pisoteó la serpiente”, o del árabe marroquí uad-al-hub, “río de amor” (1531). Las apariciones de Santa María de Guadalupe se narran en un documento escrito por Antonio Valeriano, cuyo nombre es Nican mopohua (del náhuatl: “Aquí se narra”), en el cual Juan Diego describió los detalles de las apariciones. Juan Diego era un indígena macehual convertido al cristianismo; acudía a la catequesis y a la santa misa desde su natal Cuautitlán, al templo de Santiago de Tlatelolco; en el trayecto, al cruzar el cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, se le apareció María santísima en cuatro ocasiones en diciembre de 1531: el 9 por la mañana y por la tarde, el 10 al mediodía y el 12 por la tarde. La Señora del cielo se identificó como “la madre del verdadero Dios por quien se vive”; solicitó a Juan Diego la construcción de “una casita” para atender con sus favores a quienes ahí acudieran. La imagen de Nuestra Señora se estampó en el ayate del indígena y es la misma que contemplamos hoy en la basílica de Santa Maria de Guadalupe, después de cuatrocientos setenta y cinco años. La imagen se convirtió en un factor de unidad nacional desde el principio y proporcionó fundamento espiritual a la Iglesia en México; ha unido a los mexicanos, que con fe y devoción acuden a pedirle su intercesión para solucionar dificultades. Son diversas las edificaciones que se le han dedicado a ella en el Tepeyac: una ermita entre 1535-1556; un templo de 1556 a 1622; otros en 1622 y 1709, ocupados hasta 1976, cuando se inauguró una nueva basílica el 12 de octubre. El pontífice Benedicto XIV (1740-1758) aprobó el culto de la imagen y le asignó oficio propio en 1746; expresó: “Non fecit taliter omni nationi” (no hizo cosa igual con ninguna otra nación). León XIII (1878-1903) decretó la coronación, efectuada el 12 de octubre de 1895. Pío X (1903-1914) elevó el templo al rango de basílica el 23 de junio de 1908. Pío XII (1939-1958) proclamó a nuestra Señora emperatriz de América en 1945. El recordado Juan Pablo II (1978-2005), en su cuarta visita a México en enero de 1999, la llamó Estrella de la Nueva Evangelización y declaró el 12 de diciembre como festividad para toda América, en virtud de que este continente le ha sido ofrecido y confiado. Un nuevo título se ha otorgado a nuestra Morenita: el 11 de noviembre de 2006 fue coronada reina de la charrería, en la ceremonia efectuada en la sede de la Asociación Nacional de Charros, A. C., por Monseñor Diego Monroy, vicario general y episcopal de la basílica. Iconografía: en medio de nubes, la silueta de María de Guadalupe es rodeada por rayos de luz (el Sol), de pie sobre la Luna menguante, ataviada con vestido en tono rosa terroso, estampado con flores de la región; una cinta negra atada en un moño sobre su vientre señalando, a la usanza indígena, su gravidez; cierra el escote de su cuello una cruz, que lleva armiño alrededor de éste y de los puños. Está cubierta desde la cabeza con manto azul estrellado; a sus pies la sostiene un ángel (de los llamados “tronos”), que toma simbólicamente con la mano derecha el borde del manto (el cielo) y con la izquierda el vestido (la Tierra). Toda la historia y mayores detalles se pueden conocer en el libro Tonantzin Guadalupe, de Joaquín Flores Segura, Editorial Progreso.
Santos: Lucía de Roma mártir, y Otilia u Odila de Alsacia, abadesa. Antíoco de Cerdeña, mártir.
SANTA LUCÍA DE ROMA, del latín, “luminosa” (303?). Mártir. No existen datos precisos de su biografía; leyendas y narraciones orales dan fe de su existencia. Se sabe que era romana y que perteneció a una noble familia cristiana. A los cinco años de edad murió su progenitor. En su adolescencia hizo voto personal de castidad. En su juventud, su madre, Eutiquia, sin tener en cuenta la voluntad de su hija, la comprometió en matrimonio con un joven pagano, a quien Lucía rechazó; el despechado pretendiente la acusó de profesar el cristianismo y dedicarse a la hechicería. Se le capturó y ante el prefecto Pascasio se le obligó inútilmente a renegar de su fe y adorar a los ídolos. Se le martirizó en la hoguera, de donde salió ilesa. La versión más conocida de su martirio sostiene que le fueron extraídos los ojos y encerrada en una prisión; como aún sin ver se conducía en el lugar, fue ultimada por decapitación en la población italiana de Siracusa. En la Edad Media sus restos fueron trasladados a Venecia, donde reciben veneración. Iconografía: con aspecto juvenil, vestida con túnica y manto de época, lleva en su mano derecha un platón con sus ojos y en la izquierda la palma por su martirio. Es invocada en los padecimientos de la vista.
Santos: Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia; Nicasio y Eutropia de Reims, mártires, y Nimatullah Kassab Al Hardini presbítero.
SAN NIMATULLAH KASSAB AL HARDINI, nombre libanés de etimología desconocida (1808-1858). Presbítero. Nació en Hardine de Al Batrun, Líbano. Sus padres fueron George Kassab y Marium Raad, quienes lo bautizaron con el nombre de Youssef (del hebreo, “Dios acrecentará”). No se cuenta con datos sobre su vida anterior a su ingreso en la escuela de los monjes de San Antonio a Houb, donde cursó estudios desde 1816 hasta 1822. En 1828, en el monasterio de Ishaia, se convirtió en novicio y adoptó el nombre de Nimatullah Kassab Al Hardini; allí aprendió el oficio de encuadernador. Hizo sus primeros votos en 1830 y se ordenó de sacerdote en el monasterio de Kfifan en 1833. Vivió una vida plena de virtudes y totalmente arrebatado por Dios; pasaba días y noches en constante oración, meditación y adoración ante el Santísimo Sacramento. Fidelísimo devoto de la Virgen María y de la práctica del rosario. Hombre humilde, sensible y paciente. Quienes trataron con él lo llamaban “el Santo”. Desempeñó los cargos de asistente general de su orden en tres ocasiones entre los años de 1845 a 1858, y de profesor en varias escuelas; san Charbel Majluf (24 de diciembre) fue su discípulo de 1853 a 1858. Por su sencillez, sabiduría y ejemplo de vida, logró destacar en los ministerios que se le encomendaron. Murió en el monasterio de san Ciprián, de Kfifan, abrazado de una imagen de María y diciendo “Virgen María a Ti someto mi alma”; quienes presenciaron su fallecimiento atestiguaron que “una luz celestial iluminó su cuarto y un olor aromático permaneció en su celda varios días”. Hechos milagrosos comprobados por su intercesión, tales como resucitar a un niño que había muerto, la sanación de un paralítico, entre otros, comprobados por la Santa Sede, propiciaron su canonización, efectuada en el Vaticano por Juan Pablo II el 16 de mayo de 2004; su santidad se expresó así de él: “Hombre de oración, enamorado de la Eucaristía (...) es un ejemplo (...) para todos los cristianos del mundo. Se entregó totalmente al Señor (...), mostrando que el amor de Dios es la única fuente de alegría y de felicidad para el hombre...”. Iconografía: con hábito maronita, hincado ante un altar en actitud de oración.
Santos: María Crucificada Di Rosa fundadora; Irineo de Roma y compañeros, mártires; Maximino de Micy. Abad. Vísperas I del domingo.
SANTA MARÍA CRUCIFICADA DI ROSA, del arameo, “señora”, y del latín, “rosa” (1813-1855). Fundadora. Nació en Brescia, Italia, de familia cristiana y con recursos; en el bautismo, recibió el nombre de Paula. Fue educada con esmero en las virtudes de Cristo, además de ser instruida en cultura y las letras. A los once años de edad, quedó huérfana de madre, por lo que su progenitor, para ser debidamente atendida, la internó en el colegio de la orden de la Visitación de Santa María, donde se formó en espiritualidad y fortalecimiento de la fe. Era una joven de buen carácter, que renunció a las diversiones y con ejemplar caridad, ocupando sus propios recursos, atendió a mujeres marginadas. Cuando terminó sus estudios, hizo voto de castidad (1831) con asesoramiento de su director espiritual. Al regresar a su hogar, por espacio de cinco años realizó labor social con los trabajadores de la empresa de su padre, además de organizar misiones populares con la feligresía parroquial. Su trabajo material y espiritual no tenía límites; su ejemplo de servicio quedó demostrado al atender en una epidemia de cólera a los contagiados (1836). Con dicha experiencia y para servir a los enfermos pobres, fundó, en 1840, la congregación de las Esclavas de la Caridad. Cuando profesó, adoptó el nombre con que es conocida, por su amor a la pasión de Cristo. Su fundación obtuvo la aprobación de la Santa Sede en 1851; sus institutos se extendieron por Europa, en Yugoslavia y en Albania. Pese a los conflictos bélicos que sufrió su país, nunca interrumpió su apostolado. Siempre confiada en la Providencia, entregada a la oración y al servicio a los necesitados, expresaba: “¡Jesús mío!, tú solo me bastas. Que mi vida esté crucificada contigo”. Mientras realizaba su ardua misión, enfermó en la ciudad italiana de Mantua; para atenderla fue trasladada a la casa generalicia de Brescia, donde entregó su alma a Dios; quedaron en este sitio sus restos. Fue canonizada en 1954 por Pío XI (1939-1958).
III DOMINGO DE ADVIENTO
Santos: Alicia, o Adelaida o Adelina de Alemania, emperatriz, y José Manyanet, fundador. Beato Honorato de Biala fundador.
SAN HONORATO DE BIALA, del latín, “honrado”, “honorable” (1829-1916). Fundador. Nativo de Biala Podlaska, Polonia. En sus primeros años recibió la educación en la fe de sus padres, quienes le dieron el nombre de Wenceslao. Al cursar la carrera de arquitectura (hacia 1846), y tras la muerte de su padre, se vio inmerso en una crisis de fe, la cual se incrementó debido a la situación político-religiosa que vivía su país. Durante una redada fue arrestado; en la cárcel enfermó de tifus; sufrió a causa del hambre, los malos tratos y el frío, y con ello creció su anticlericalismo, hasta llegar a renegar de su fe. Una vez recuperada la libertad, reconsideró su posición ante la religión; arrepentido, dio a su vida un cambio radical: ingresó en el convento franciscano y curso los estudios correspondientes hasta ordenarse de sacerdote, en 1852. Desde entonces ocupó varios cargos en la orden; asimismo, fue predicador, confesor y director espiritual muy destacado. Debido a su interés por difundir la fe y servir al prójimo, fundó muchas congregaciones religiosas para varones y mujeres, de las cuales aun existen diecisiete, distribuidas en 19 países, entre ellas: la Feliciana (1855, en memoria del capuchino san Félix de Cantalicio); Capuchinas de santa Clara (1860); Esclavas del Santísimo Corazón de Jesús (1874); Siervos de María Inmaculada (1883), e Hijos de la Madre de Dios Dolorosa, o Doloristas (1893). Se le considera el precursor de los institutos seculares. Era admirado tanto por sus hermanos de congregación como por la feligresía por su gran vitalidad e intensa fe, la cual se traducía en espiritualidad incomparable, que nunca menguó aun bajo la presión de las autoridades, quienes emprendieron una persecución religiosa y lo obligaron a cambiar continuamente su residencia. Durante los últimos años de su vida estuvo aquejado por la sordera; los vivió en el monasterio de Nowe Miaste. Honorato Kozminski, de Biala Podlaska, fue beatificado por su santidad Juan Pablo II en 1988, quien dijo de él: “Religioso entregado con magnanimidad y generosidad a su ideal de hermano menor capuchino. Verdadero hijo espiritual de san Francisco”.
Santos: Lázaro de Betania, laico; Olimpia u Olimpiades de Constantinopla, viuda, y Juan de Mata fundador.
SAN JUAN DE MATA, del hebreo, “Dios ha hecho gracia” (1150-1213). Fundador. En el seno de piadosa familia, nació en Faucon, Provenza, Francia; su niñez y adolescencia transcurrieron al cuidado de sus padres, rodeado de comodidades. Sus estudios básicos los hizo en Aix; cerca de los dieciocho años, con el permiso de sus progenitores, viajó a París e inició la academia en la escuela catedralicia de Notre Dame. Se distinguió por ser caritativo con los necesitados y por su apego a la oración; demostró su deseo de consagrar su vida a Dios, sin decidirse por una orden en especial. Impartió filosofía y teología (1185- 1192); era brillante profesor al servicio del prójimo. Sin embargo, soportó burlas de sus compañeros y amistades porque, ya con preparación eclesiástica y cuarenta años de edad, aún era soltero. Esta situación lo hizo profundizar en la oración; reflexionó y decidió recibir el orden sacerdotal. Se dice que cuando celebró su primera misa (1193) tuvo una visión en la que nuestro Señor le indicó su misión de liberador de los cristianos cautivos de los moros. Un año después, decidido a cumplir su cometido, fundó, con el eremita san Félix de Valois (20 de noviembre), la orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, en Cerfroid, lugar boscoso cercano a París y perteneciente a la diócesis de Meau, cuyo apostolado sería la redención de los cautivos, con el lema “Gloria a Dios Trinidad y al cautivo libertad”; la fundación fue aprobada por Inocencio III (1198-1216) en 1198. En su época, los llamados “trinitarios”, rescataron a más de seiscientos cautivos en África con limosnas obtenidas por los religiosos. Propició el establecimiento de conventos con templo y hospital anexos. La obra se extendió a diversas regiones de Francia y España, que él recorría atendiendo a sus hermanos espirituales con celo pastoral y organizando cofradías de laicos. En 1209, estableció una casa con nosocomio junto al templo de Santo Tomás de Formio, donado a la orden por el sumo pontífice. Murió en la Ciudad Eterna, dejando una herencia de amor a Dios en el servicio al prójimo; fue sepultado en dicho templo. Reconocido su culto inmemorial, fue canonizado por Alejandro VII (1655-1667) en 1666. Iconografía: hábito con cruz rojiazul en el pecho, ante la Santísima Trinidad en una mano, la regla trinitaria y en la otra, cadenas rotas; a sus pies, dos cautivos encadenados.
Santos: Winebaldo de Eichstat, abad, y Graciano de Tours, obispo. Nuestra Señora de Zapopan.
NUESTRA SEÑORA DE ZAPOPAN, del náhuatl, “lugar de chirimoyas” (siglo XVI). Esta imagen es conocida en México desde 1525; es una talla en madera de 34 centímetros de altura. La tradición dice que uno de los primeros evangelizadores, el fraile Antonio de Segovia, la portaba colgada al cuello; así recorría la entonces Nueva Galicia (actual estado de Jalisco). Se dice que la imagen irradiaba destellos multicolores, lo que hacía lograr numerosas conversiones y conciliar conflictos entre los naturales y los conquistadores. Los indígenas conversos respetaban al fraile y manifestaban cariño a la representación mariana, por lo que él se la donó. Con gran respeto, fue colocada en una ermita del poblado de Zapopan, lugar del que tomó el nombre, y se le otorgó el título de “pacificadora”. La milagrosa Señora se venera en su basílica, donde recibe numerosas peregrinaciones. Cada año la feligresía organiza recorridos y visitas de la sagrada imagen a la diócesis, para lo cual cuenta con un atuendo de Peregrina, sencillo, con rebozo y sombrero. Patrona de la diócesis de Guadalajara. Protectora contra epidemias, rayos y tempestades. Iconografía: las manos juntas sobre el pecho; de pie sobre luna y peana de plata; viste regio atuendo rebordado con capa talar; sobre su cabeza, la corona y en sus manos un cetro. Para mayores detalles sobre esta y otras advocaciones marianas consúltese el libro México mariano, de la hermana Guadalupe Pimentel, Editorial Progreso, México 2005.
Santos: Rufo y Zósimo de Filipo, mártires; Gregorio de Auxerre, obispo. Beato Urbano V papa.
BEATO URBANO V, del latín, “perteneciente a la ciudad” (1310?- 1370). Papa. Oriundo de Grisac (en Losére, Francia), su nombre era Guillermo Grimoard; sus padres pertenecían a la nobleza. A los doce años de edad se le envió a Montpelier a cursar estudios; demostró gran inteligencia e intensa piedad. Superó las tentaciones de la juventud y se preservó casto en tanto definía su vocación para el sacerdocio. Por fin, ingresó en la orden benedictina en Chiriac. Luego de su ordenación, fue enviado a París. En Aviñón obtuvo el doctorado en derecho canónico, ejerció la docencia y se le otorgó el cargo de abad del monasterio de su orden en Auxerre (1352) y después en Marsella (1361). Fue requerido para participar en el cónclave donde se designaría nuevo pontífice: él resultó elegido, el 6 de noviembre de 1362, y ocupó el lugar ciento noventa y ocho de la cronología. Es uno de los siete pontífices que desarrollaron su misión en Aviñón (1305-1378). Se trasladó a Roma, pero los múltiples conflictos de su tiempo, lo hicieron regresar a Aviñón. Organizó la curia papal a fin de agilizar los asuntos rezagados, combatió la simonía (comercio ilícito de lo sagrado), propició la restauración de numerosos templos romanos, realizó extensa actividad pastoral, y dio ejemplo de austeridad, devoción y humildad. Destacó por propiciar la reforma y la unidad de la Iglesia. Murió con fama de santidad en Aviñón el 19 de diciembre de 1370; se le dio sepultura en la iglesia del monasterio de Marsella. El beato papa Pío IX (1846-1878) lo beatificó en 1870.
Santos: Filogonio de Antioquía, obispo; Domingo de Silos abad, y Pedro Thi de Vietnam, presbítero.
SANTO DOMINGO DE SILOS, del latín, “consagrado al Señor” (1000-1073). Abad. Nació en el poblado español de Cañas, La Rioja. Desde niño se mostró piadoso. Cuidaba las ovejas de su padre y ayudaba en la parroquia, en la cual aprendió diversos cantos, salmos y oraciones. En la adolescencia, deseando consagrar su vida al Señor, hizo vida de retiro y oración en un sitio apartado. Ya joven, ingresó en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, donde se ordenó de sacerdote. Se le asignó ejercer su ministerio en la parroquia de su tierra natal; por sus méritos, fue elegido prior del monasterio donde estudió, cargo que desempeñó con eficacia. En esa época, el monarca de Navarra intentó adueñarse de los vasos sagrados labrados en oro y plata, y de los ornamentos; como Domingo se opuso al sacrilegio, se le desterró, junto con sus monjes. Más adelante, solicitó el apoyo de Fernando I, rey de Castilla y León, quien lo recibió con benevolencia y lo hizo abad de San Sebastián Silos, en Burgos, que hoy se denomina Santo Domingo de Silos en memoria suya, la cual estaba en el abandono. Con gran empeño, realizó excelente labor misional y administrativa durante veintitrés años. Se dice que Dios le otorgó el don de efectuar hechos milagrosos (era taumaturgo, del griego thaymatoyrgós: de thayma, “maravilla”, y ergon, “obra”; por tanto, “el que obra maravillas”), tales como devolver la vista a ciegos, hacer caminar a inválidos y curar enfermos en general. Destacó en lograr a distancia la liberación de cristianos cautivos de los musulmanes; al parecer, sólo con invocarlo desde la prisión, milagrosamente se encontraban libres y en tierras cristianas; muchos de los liberados acudían a darle las gracias y a dejar sus grilletes y cadenas en la capilla del monasterio citado. Dejo manuscritos que fueron útiles para la organización de numerosas fundaciones monásticas. Murió en su abadía con fama de santidad. Canonizado por san Gregorio VII (1073-1085) en 1076. Iconografía: con hábito; a su lado, cristianos liberados que le entregan sus cadenas.
Santos: Pedro Canisio, doctor de la Iglesia y Glicerio de Turquía, mártir. Beato Pedro Friedhofen fundador.
BEATO PEDRO FRIEDHOFEN, del latín, “piedra” (1819-1860). Fundador. Vio la primera luz en Weitersburg, cerca de Koblenz, Alemania. En su niñez, murieron sus padres, y tuvo la necesidad de trabajar como deshollinador. En su juventud, estableció con esfuerzo un taller; destinaba parte de sus ganancias para los necesitados. Dios lo inspiró y en su afán de caridad y servicio, con varios jóvenes que compartían sus ideas, organizó la Cofradía de San Luis, para el fin mencionado. Poco después tomó los hábitos e hizo votos de castidad y pobreza. Se distinguió por su ferviente devoción a la santísima Virgen, en su advocación de María Auxiliadora, a quien solicitaba protección. Su amor a Dios en el servicio al prójimo lo llevó a fundar en su país, en 1849, la congregación de los Hermanos de la Misericordia de María Auxiliadora. Su fundación creció, aun con penurias, enfermedades que soportó con paciencia, y calumnias y envidias que toleró con valor hasta su muerte, acaecida en la sede de su fundación. Su obra se ha extendido en Europa, Malasia y Brasil con el apostolado a beneficio de los indigentes y los enfermos, para quienes se han fundado hospitales, clínicas de rehabilitación, hospicios, asilos y otros establecimientos como éstos. Beatificado por Juan Pablo II en 1985. Iconografía: con hábito, atendiendo a niños pobres y a enfermos.
Santos: Francisca Javier Cabrini fundadora; Demetrio de Ostia y compañeros, mártires. Beata María de Pisa, religiosa. Vísperas I del domingo: 4ª semana del Salterio.
SANTA FRANCISCA JAVIER CABRINI, del italiano antiguo, “franco” o “francés”, y del vasco, “de la casa nueva” (1850-1917). Fundadora. Originaria de San Ángel, Lombardía, Italia. Sus padres, Estela y Agustín, fervientes católicos, la bautizaron el día en que nació, ya que se temían por su vida; fue la décima de once hermanos. Sus estudios básicos fueron sostenidos por su hermana, quien era maestra. En su niñez, enterada de las misiones en Oriente, decía que le gustaría ser misionen; jugaba con sus muñecas, a las que vestía con hábito y “enviaba a misión”. En la adolescencia, cursó estudios hasta graduarse como maestra en 1868; le fue encomendada la dirección de la escuela y del orfanato parroquiales de su tierra natal. Cuando decidió integrarse a la vida religiosa, fue rechazada en varias comunidades debido a lo endeble de su salud; sin embargo, el obispo del lugar se percató de su capacidad pedagógica y administrativa y le sugirió establecer un instituto; así, en 1877, fundó la congregación de Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús. Los designios de Dios le habían preparado un apostolado, no en el Oriente como alguna vez lo imaginó, sino en Estados Unidos; el pontífice León XIII (1878-1903) le comunicó la necesidad de su viaje, para atender a los inmigrantes italianos que, en busca de nuevos horizontes, allá se habían dirigido. En 1889, a su llegada a Nueva York, pasó dificultades y penurias para instalarse junto con las religiosas que la acompañaron; pero recurrió a la oración y, finalmente, confiada en la Providencia, realizó encomiable labor: atendió a su coterráneos, se dedicó a la evangelización y se enfrentó al protestantismo. Otorgó beneficios en las ciudades donde abrió comunidades, hospitales, escuelas, asilos, dispensarios, centros de salud de cultura y otras casas. Recomendaba a sus hermanas espirituales “No olvidemos que seguimos al Buen Pastor. Jamás volquemos amargura en la vida de los demás... No seamos bruscas con nadie; que quien nos trate se vaya contento por haber sido amables con él”. Esta ejemplar religiosa señalada de “endeble salud”, vivió sesenta y siete años, la mayor parte de ellos de fructífera entrega al servicio del prójimo. Murió en Chicago; fue la primera estadounidense (por ciudadanía) canonizada, en 1946, y declarada patrona de los inmigrantes por Pío XII (1939- 1958), en 1950. Iconografía: con hábito, atendiendo a niños y ancianos enfermos.
IV DOMINGO DE ADVIENTO
Santos: San Juan de Kanty, presbítero. Beato Nicolás Factor, presbítero.
BEATO NICOLÁS FACTOR del griego, “victorioso en el pueblo” (1520-1583). Presbítero. Nació en la ciudad española de Valencia; no se conocen datos precisos de su familia. Una anécdota que muestra su formación cristiana y da idea de lo que seria su futuro narra que, cuando niño, al salir hacia la escuela, encontró a un leproso en las puertas del templo y se arrodilló ante él para besarle pies y manos. A los diecisiete años de edad ingresó en la orden de Frailes Menores (o de franciscanos), donde cursó estudios hasta ordenarse de sacerdote en 1544. Ejerció su ministerio dedicado a la predicación y la guía espiritual de religiosas clarisas de Valencia, Gandía y Madrid. Su ejemplar vida fue de austeridad, penitencia extrema, continuos ayunos o comidas frugales y vigilias constantes; nunca calzó sandalias ni zapatos. Rebosaba virtudes y actitud de servicio; era comprensivo y atento y por ello se le asignó ser guardián de varios conventos. Quienes lo rodeaban llegaron a compararlo con san Francisco de Asís (4 de octubre). Dios le concedió los dones de hacer milagros (taumaturgia), profecía y éxtasis constantes. Por su gran sentido musical, ejecutaba diversos instrumentos; componía versos y cantos y se dedicaba con maestría a la pintura. Tuvo ferviente devoción a la Eucaristía, la pasión del Señor, la Santísima Trinidad y la santísima Virgen María, de quien hizo numerosas representaciones pictóricas. Escribió cartas, poesías, y sermones u homilías dominicales. En el convento de Santa María de Jesús de Valencia, antes de entregar su alma al Creador, exclamó: “Jesús creo”; narraciones fidedignas aseguran que durante nueve días su cadáver exhaló un aroma exquisito. Pío VI (1775-1799) lo beatificó en 1786. Iconografía: con hábito, los brazos abiertos, en el pecho su corazón entre las llamas del amor divino y la leyenda “el Corazón de Jesús”; mira hacia el cielo, donde, en un círculo luminoso, contempla a Cristo crucificado.
Santos: Adela de Alemania, religiosa; Irma o Irmina de Tréveris abadesa, y Delfín de Burdeos, obispo.
SANTA IRMA O IRMINA DE TRÉVERIS, del germánico, “la mujer fuerte y poderosa” (siglos v Abadesa. Este nombre ha sido muy popular en el transcurso de los tiempos; sin embargo la vida de la santa es poco conocida; entre los datos fidedignos, se sabe que fue originaria de Tréveris (actual Alemania) e hija del rey que sería san Dagoberto II de Austrasia (23 de diciembre). Era piadosa y caritativa al extremo, hecho no usual entre la nobleza. Dedicó su fortuna para colaborar con el obispo san Bonifacio (5 de junio), patrono de Alemania, y con el monje inglés san Willibrodo (7 de noviembre). Como era costumbre en esa época, Irma fue comprometida en matrimonio con un destacado caballero de la nobleza, quien murió antes de efectuarse los esponsales. La joven consagró su vida a Dios; con sus recursos mandó construir el monasterio benedictino de Ostén, en Tréveris (entonces territorio francés), donde, tras renunciar al mundo y a sus prerrogativas de princesa, hizo vida de oración y penitencia; alcanzó el grado de abadesa y organizó las constituciones para dicho convento. Aún en vida en reconocida santa por sus virtudes y por haber auxiliado con estoicismo a la población durante la epidemia de peste. Dejó una herencia de servicio; falleció en Ostén, y el pueblo comenzó a rendirle culto. Iconografía: con hábito, coronada (por su origen regio), atendiendo a los necesitados; el Niño Jesús a su lado, o bien, en la lejanía.
La Natividad del Señor
Santos: Santa Eugenia de Roma, mártir. Beato Jacobo de Todi, religioso.
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR, del latín, nativitas, “nacimiento” (siglo I). La Iglesia universal celebra el nacimiento del Dios hecho hombre en el seno virginal de la Virgen María, engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo. Este acontecimiento se narra en el evangelio de Lucas (2, 1-14). Jesús nació pobre en una gruta de Belén, población del actual Israel. La solemnidad se fijó para esta fecha en el siglo IV. Iconografía: en el interior de una cueva o gruta, que a la vez sirve de establo, se contempla al divino Niño envuelto en pañales sobre un pesebre, atendido por sus padres, María y José, que por tan vestimenta de la época; están rodeados por sencillos pastores, quienes acuden al lugar para adorar al Niño; en la escena se ven diversos animales. Las representaciones navideñas conocidas como “nacimientos” han sido una hermosa tradición iniciada por san Francisco de Asís en el siglo XII Quienes ven la luz primera este día llevan el nombre de Manuel o Emmanuel, del hebreo, “Dios está con nosotros”, que corresponde al nombre del Mesías según el profeta Isaías (7, 14).
Santos: Esteban de Roma protomártir; Dionisio I, papa, y Zenón de Gaza, obispo.
SAN ESTEBAN DE ROMA, latín y griego, “guirnalda”, “corona” (36?). Protomártir. El libro de los Hechos de los Apóstoles, en los capítulos 6 y 7, narra la historia de Esteban, quien fue el primer mártir de la era cristiana. Los apóstoles de Jesús lo nombraron uno de los siete primeros diáconos (del griego, “servidor”) después de Pentecostés, por su acendrada fe. Con su predicación logró numerosas conversiones y, por lo mismo, otros tantos enemigos entre los judíos; cuando fue aprehendido por éstos, fue tal su oratoria en defensa de la fe que confundió al sanedrín, el cual trató en vano de hacerlo desistir del cristianismo; por ello condenado y murió mártir, lapidado. Al padecer el martirio, dijo sus últimas palabras: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Iconografía: con dalmática (del latín dalmatica vestis, túnica usada por el pueblo dálmata, que consiste en una túnica con mangas anchas y cortas; es un ornamento litúrgico distintivo del diaconado) y estola (del griego stolée, “vestido”, ornamento sagrado que consiste en una banda estrecha de tela que cuelga del cuello), y en sus manos el libro de los evangelios (cuyo cuidado se otorga a los diáconos), piedras de su lapidación y la palma martirial.
Santos: Juan, apóstol y evangelista; Fabiola de Roma, viuda, y Máximo de Alejandría, patriarca.
SAN JUAN, del hebreo, “Dios ha hecho gracia” (siglo I). Apóstol y evangelista. El evangelio de Marcos lo menciona como hijo de Zebedeo y hermano del también apóstol Santiago el Mayor; los dos pertenecieron a los doce discípulos de Jesús. Hasta antes de seguir al Mesías era pescador de oficio; por lo demás, no se conocen detalles de su infancia y familia. Se le menciona en el pasaje de la Transfiguración del Señor (Mc 5, 37); en la Ultima Cena estuvo recostado sobre el pecho de Jesús (Jn 13, 23), y al pie de la cruz, en el Calvario, fue el único apóstol que lo acompañó y al cual el Redentor confió el cuidado de su madre (Jn 19, 26-27). Es el autor, en el Nuevo Testamento, del evangelio que lleva su nombre, tres Epístolas y del Apocalipsis. Este último escrito cierra las Sagradas Escrituras; San Juan lo redactó en su destierro de la isla de Patmos, Grecia, donde se cree que murió casi centenario. Iconografía: solo o entre los apóstoles, con túnica roja y manto verde; su atributo es un águila (llamada por algunos “águila de Patmos”), o bien, escribiendo con pluma y libro. Se le invoca para proteger viudas y doncellas, por haberse encargado de la santísima Virgen María.
Los Santos Inocentes mártires
Santos: Gaspar del Búfalo, fundador, y Domna de Nicomedia y compañeros, mártires.
LOS SANTOS INOCENTES, del latín, “el que no daña” (siglo I). Mártires. Según la tradición bíblica, como los Magos no regresaron para decirle a Herodes el Grande (40 a. C.-4 d. C.) el lugar donde había nacido el Niño Jesús, el monarca enfureció y ordenó degollar a todo menor de dos años de edad que viviese en Belén y sus alrededores, con el propósito de que entre ellos muriese Jesús (Mt 2). Sin embargo, ya san José (19 de marzo) había sido avisado de la matanza en un sueño, por lo que huyó a Egipto con María y el Niño. Se celebra esta festividad desde el siglo IV, para conmemorar a los pequeños que murieron mártires en sustitución del Redentor. Iconografía: según la imaginación y creatividad de cada autor, se ven escenas de madres desesperadas al tratar de huir con sus hijos, y a éstos degollados, entre llantos y confusión; los rodean palmas y coronas alusivas al martirio.
Santos: Tomás Becket, mártir; David profeta y rey; Domingo de África y compañeros, mártires.
SAN DAVID, del hebreo, “el amado” (hacia 1000 a. C.). Profeta y rey. Originario de Belén de Judá, donde pastoreaba ovejas; era el hijo menor de Jesé. Su vida se narra en el Antiguo Testamento en los libros de Samuel; 1 de Reyes, 1-2 y en 1 Crónicas 11-29. Samuel, el último de los jueces, ungió rey de Israel a Saúl; a la corte llegó David y ganó la amistad de Jonatán el hijo del monarca, por su destreza para ejecutar la cítara. En otro pasaje (1 Samuel 17, 55-58) se narra que el monarca llamó a David por haber vencido y dado muerte al gigante filisteo Goliat. Por lo anterior, Saúl lo veía como rival, ya que vivía en el palacio como músico y escudero. David decidió huir al desierto. Cuando murió Saúl, el joven David fue consagrado rey de Judá (2 Samuel, 2) por Samuel en la región del Hebrón; después de prolongadas batallas se convirtió en rey de todo Israel, además de conquistar Jerusalén y hacer de ésta un grandioso centro religioso. Contrajo nupcias con Mikal la hija de Saúl, pero, como en la costumbre, practicó la poligamia; su mayor falta fue cometer adulterio con Betsabé y asesinar a Urías, el esposo de ella. Pese a todo, fue un monarca justo, que, arrepentido de sus faltas, hizo penitencia para ser perdonado. Es reconocido como poeta religioso; se le atribuye la composición de más de setenta salmos del Antiguo Testamento. De la descendencia de David, pasados los siglos, nació del Mesías (Mt 1, 1-17). Iconografía: con atuendo regio y en sus manos una cítara (lira o arpa); de su cuerpo nace un árbol frondoso, cuyas minas simbolizan los ascendientes de Jesús.
Sagrada Familia
Santos: Sabino de Espoleto y compañeros, mártires; Félix 1, papa.
LA SAGRADA FAMILIA (siglo I). El párrafo 2205 del Catecismo de la Iglesia Católica indica: “La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera”. Asimismo, la familia, como núcleo de la sociedad, debe cimentarse en el amor y el respeto conyugales, asemejarse a la familia de Nazaret en la que José y María asumieron las responsabilidades espirituales y materiales que conlleva la unión conyugal. Esta festividad se remonta al siglo XVII; Benedicto XV (1914-1922) la instituyó en 1921 para el domingo siguiente a la Navidad. Iconografía: según el autor, Jesús, María y José con vestimenta de la época en la casita de Nazaret, haciendo actividades domésticas, y sobre ellos una paloma (el Espíritu Santo).
Santos: Silvestre I, papa; Melania la Joven, viuda, y Juan Francisco Regis, presbítero.
SAN SILVESTRE I, del latín, “selvático” (335). Papa. Oriundo de Roma, hijo de familia cristiana adinerada. Lo formó el preceptor Cirino, quien lo educó en las virtudes de Cristo. Desde su niñez se interesaba por la religión, y atendía con alimentos y albergue a los peregrinos que visitaban Roma, a la vez que los guiaba a conocer los sepulcros de los apóstoles. A los treinta años de edad inició estudios eclesiásticos; fue ordenado de sacerdote por el pontífice san Marcelino (2 de junio). Ejerció su ministerio sacerdotal en Roma, hasta ser llamado a suceder al pontífice san Melquíades I (10 de diciembre), el 31 de enero del 314, en el orden trigésimo tercero de la cronología. Durante su papado, el emperador san Constantino el grande (21 de mayo) suspendió las persecuciones contra los cristianos y declaró al cristianismo religión de Estado: Al parecer, dicho monarca consideró al papa Silvestre su padre espiritual, consejero y maestro. Propició la construcción de las basílicas de San Juan de Letrán, la de San Pedro y la de San Pablo. Convocó al primer concilio de Nicea, en el año 325, en que se formuló el Credo y se perfeccionó la disciplina eclesiástica. Condenó el arrianismo (herejía de Arrio [256-336], quien sostenía que Jesús carecía de divinidad) y logró triunfos sobre los herejes. Falleció en la Santa Sede el 31 de diciembre de 335. Sepultado en la Vía Salaria, en el cementerio de Priscila. Iconografía: Con atavío pontifical común.
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