Folleto EVC 21

LA RAZÓN Y LA FE

R.P. Pedro Herrasti, S. M.

ARQUIDIOCESIS PRIMADA DE MÉXICO

NIHIL OBSTAT

17 de marzo de 1998

Pbro. Dr. Gerardo Sánchez S. Censor

IMPRIMTUR

30 de abril de 1998 Pbro. Lic. Guillermo Moreno Bravo

Vicario General

IN FIDEM: Pbro. Lic. Luis Antonio Venegas Loza Vice - Canciller.

 

El Animal Racional.

El ser humano ha sido definido de una manera muy pobre y parcial diciendo que es un animal racional. En realidad es mucho más que eso, como veremos más adelante, pero dicha definición no deja de tener su verdad.

El Reino Animal es prodigioso. Con una paciencia infinita el hombre ha estudiado el comportamiento de los animales de todas las especies y lo hemos podido contemplar ahora en maravillosos reportajes en vídeo: delfines, arañas, nutrias, aves, simios, gusanos, etc., han pasado ante nuestros ojos revelándonos un mundo de finísimos instintos, de comportamientos asombrosos y complejos. El reino animal, ciertamente nos habla de la sabiduría infinita y de la creatividad de Dios.

Los animales cumplen su cometido a la perfección, sin saber siquiera lo bien que lo hacen. Programados por Dios, observados por el hombre, realizan su vocación ecológica invariablemente.

Es precisamente el estudio de las especies tanto vegetales como animales lo que ha despertado en el hombre la conciencia ecológica y la angustia por conservarlas, sabiendo que también el hombre depende del equilibrio ecológico. Cada especie tiene su lugar en la Creación, cada especie es una pieza de un inmenso rompecabezas en el cual, la especie humana es no solamente parte, sino la pieza más importante, la razón de ser de todas las demás.

Toda la creación, sin el hombre, no tendría sentido. La especie humana es la única que puede comprender la obra maravillosa de Dios y darle gloria. Ningún animal capta la belleza de un amanecer o de una noche estrellada. Ningún animal es capaz de emitir la mínima alabanza al Creador del Universo. Tan sólo el hombre detiene su andar o interrumpe sus labores a la puesta del sol y se maravilla ante lo que está viendo.

 

El Hombre pregunta ...

Si comparamos con los animales la materialidad de nuestro cuerpo, parecido al de los simios más evolucionados, sin embargo TAN SOLO EL HOMBRE PREGUNTA "POR QUE" Apenas despunta en el niño el uso de la razón, mucho antes de los siete años tradicionales, pregunta a sus padres el por qué de todo. El niño investiga, de vez en cuando imprudente y torpemente, cómo funcionan las cosas, por qué camina un reloj, por qué un juguete brinca o hace ruido. El niño quiere saber porqué llueve, porqué se hace de noche, qué tan lejos están las estrellas... Podríamos decir que el hombre es el único animal que investiga.

La mente humana, la razón, la capacidad de reflexionar y de unir causas y efectos, ha llevado al hombre a descubrimientos asombrosos. Desde muchos años antes de Cristo, Demócrito desarrolló la idea de que todo está compuesto de átomos y grandes matemáticos como Pitágoras, sin ningún instrumento óptico, determinaron razonando, el tamaño y la distancia del sol y la luna; la teoría de la "proporción áurea", descubierta por ellos, no deja de asombrarnos aún en nuestros días.

El hombre buscando, buscando siempre, ha ido inventando las herramientas e instrumentos para llegar más al fondo de las cosas. Hace dos millones de años ya el hombre fabricaba con piedras herramientas y armas. Conocemos en ruinas antiquísimas como en Stonhenge o en Egipto o Yucatán, relojes de sol, el conocimiento preciso de los solsticios, sistemas matemáticos asombrosos.

El ingenio del hombre parece no tener límites. La lista de los descubrimientos científicos llena enciclopedias enteras. Con el poder de su razón, el hombre investiga, clasifica, deduce. En muchas ocasiones llega a conclusiones sorprendentes y exactas aunque no pueda aplicarlos sentidos a sus descubrimientos, como cuando Percibal Lowell, muerto en 1916, dedujo matemáticamente la existencia del planeta Plutón, que no fue detectado sino hasta 1930 por Clyde Tombaugh. Nadie ha visto a la electricidad aislada. Pero el hombre la produce, la maneja, la mide, la utiliza a su antojo.

¿Cómo no asombrarnos de la razón humana ante el descubrimiento de la estructura de los átomos y de la manera cómo el hombre puede utilizar (para bien o para mal) el poder atómico?

El mundo de la electrónica es otro ejemplo del poder de la razón humana. El descubrimiento de los transistores en 1948 por Shockley, Brattain y Bardeen, ha permitido acelerar y facilitar la actividad humana en todas las áreas de esta.

Las primeras computadoras eran monstruosas y ahora, gracias a los maravillosos "microchips", tenemos compradoras del tamaño de un libro; en un disco pequeñito podemos tener toda la Enciclopedia Británica y en un chip del tamaño de una uña, acumular información equivalente a una columna de 18 metros de altura de documentos. El hombre, con su inteligencia ha producido computadoras capaces de realizar millones de operaciones en un segundo.

Indudablemente que la animalidad del "animal racional" pierde su importancia ante la grandeza de la racionalidad del hombre. La especie humana es la maravilla de la Creación ciertamente no por su cuerpo parecido al de los animales en sus funciones vitales, sino por el prodigio de su razón que lo hace infinitamente superior.

 

El Hombre es "capaz de Dios".

Así como el hombre pregunta, investiga, deduce, descubre las cosas del mundo que le rodea, también se pregunta desde siempre acerca del ULTIMO POR OUE. De múltiples maneras, a lo largo de la historia y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias, ritos, comportamientos. Es tan universal esta búsqueda de Dios que podemos decir que el hombre es un ser religioso.

La simple razón humana, que busca afanosamente las causas de todo lo que ve, se pregunta necesariamente acerca de la CAUSA TOTAL, de LA CAUSA ÚLTIMA del cosmos mismo.

Contemplando la belleza del mundo, su movimiento, su orden, su contingencia y contemplándose a sí mismo con su apertura a la verdad, al bien y a la belleza, con su sentido del bien moral y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios. Descubre signos de su alma espiritual, inmortal, con anhelos de eternidad. Sabe que su alma no puede tener origen más que en Dios.

La razón humana conduce a Dios, es capaz de Dios. De la búsqueda incesante de la explicación de las cosas imaginando varias divinidades, el hombre razonando, filosofando, llega como Aristóteles, al pensamiento de un Dios único, trascendente, eterno, espiritual, Creador de todas las cosas.

 

La razón es limitada.

Y sin embargo, ese poderoso instrumento que el hombre tiene dentro del cráneo, no es infalible. Toda la exactitud de la razón cuando la aplicamos al mundo de las matemáticas, de las ciencias naturales, de lo que podemos experimentar por los sentidos, puede fallar en el ámbito del pensamiento puro.

Filósofos de la antigüedad, creadores de escuelas de pensamiento llegaron a las conclusiones más contradictorias. Epicurio afirmaba que la felicidad se encuentra en los placeres mientras que Platón la ubica en la riqueza y por el contrario, Diógenes en la pobreza. Pirrón, fundador de la filosofía escéptica, enseñaba que no podemos estar seguros de nada y que todo puede ser producto de nuestra imaginación.

En los tiempos actuales, todavía somos herederos de filósofos como Santo Tomás de Aquino, heredero a su vez de Aristóteles, Pascal, Hegel, Sartre, Kierkegard, Marx y Engels, Maritain o Camus. ¡Y cada quien con sus ideas! Realmente cuando sobrepasamos el nivel de las evidencias científicas, la razón humana puede perderse en un mar de confusiones.

El análisis del porqué puede suceder esto, no es el tema de este folleto, pero podemos decir que el ser humano es tan complejo, tan condicionado por su propia historia personal y por sus circunstancias, que puede llegar a conclusiones equivocadas simplemente por el trato que recibió de sus padres o maestros, de las amistades que frecuentó, de las alegrías o tristezas que ha vivido, por su salud o falta de ella. En muchas ocasiones su pensamiento arranca de un prejuicio insuperable, de un haber tomado partido de antemano, de la ignorancia crasa en algún aspecto, de haber sufrido los horrores de una guerra, de un complejo de inferioridad o por lo contrario de superioridad. ¡Qué limitada puede ser la razón humana!

En su Encíclica "Humani Generis", el gran Papa Pío XII nos ilustra con el siguiente párrafo: "A pesar de que la razón humana, hablando simplemente, pueda verdaderamente y por sus fuerzas y su luz naturales, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios personal, que protege y gobierna el mundo por su providencia, así como de una ley natural puesta por el Creador en nuestras almas, sin embargo hay muchos obstáculos que impiden a esta misma razón usar eficazmente y con fruto su poder natural; porque las verdades que se refieren a Dios y a los hombres sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles y cuando deben traducirse en actos y proyectarse en la vida, exigen que el hombre se entregue y renuncie a sí mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes verdades, padece dificultad por parte de los sentidos y de la imaginación, así como de los malos deseos nacidos del pecado original. De ahí procede que en semejantes materias los hombres se persuadan fácilmente de la falsedad o al menos de la incertidumbre de las cosas que no quisieran fuesen verdaderas".

 

¿QUÉ ES LA FE?

Podemos decir que existen dos niveles en la Fe: por un lado, una fe natural, que consiste en creer en el testimonio de otras personas, debido a la calidad del testigo, del maestro, de quien nos dice algo que nosotros no hemos visto o conocido. Creemos por ejemplo que existe Australia o el Polo Norte a pesar de no haber estado nunca en esos lugares porque personas (exploradores, científicos, simples viajeros) dignos de confianza nos lo han comunicado.

Esta fe natural, es razonable en tanto cuanto las personas cuyo testimonio aceptamos tienen no solamente conocimientos suficientes sino que tampoco tratan de engañamos. No sería razonable creer sin estas dos condiciones.

Pero existe otra clase de Fe: aquella que podemos llamar Fe Sobrenatural, y que es la primera de las llamadas Virtudes Teologales.

Se define la Virtud de la Fe de la siguiente manera: "Es una virtud intrínsecamente sobrenatural, que dispone al entendimiento para creer las Verdades Reveladas, fiados en la autoridad de Dios que las revela".

De ninguna manera la Virtud de la Fe, va en contra de la razón, sino todo lo contrario: si humanamente le creemos a otra persona cuando es fiable, con mucha más razón podemos y debemos creerle a Dios cuando nos habla, porque es la Verdad Absoluta y evidentemente no pretende engañarnos.

Con la Fe nos adherimos con toda certeza a realidades que no conocemos por nuestros sentidos y que en muchos casos jamás podremos comprobar por los métodos científicos, que por definición, tan solo pueden abarcar el mundo material.

Si un día quisiéramos comprobar la existencia de Australia, podríamos ir allá y tocarla con nuestras propias manos y verla con nuestros ojos. Pero a Dios nunca lo podremos ver ni tocar y sin embargo, guiados por la razón que nos dice que las cosas no pueden existir por sí mismas sino que deben tener una Causa Primera, la virtud de la Fe nos lleva a creer firmemente en un Dios Creador.

LA FE ES UNA GRACIA

La Fe es un don de Dios, una Gracia. Para dar una respuesta positiva, Dios se adelanta y ayuda por medio del Espíritu Santo. Mueve el corazón, abre los ojos del espíritu y nos dirige a Dios.

LA FE ES UN ACTO HUMANO

Si es necesaria la ayuda de la Gracia divina para hacer un acto de Fe, no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. Depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por El reveladas, es lo más lógico y natural. De ninguna manera se comprometen ni la inteligencia ni la libertad del hombre, sino todo lo contrario.

En la Fe, la inteligencia y la voluntad humanas, cooperan con la Gracia de Dios. Santo Tomás de Aquino afirma que "creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina, por el imperio de la voluntad, movida por Dios mediante la Gracia".

El motivo de creer, no depende de que las verdades reveladas sean comprensibles por la luz de la simple razón, sino de que provienen de la autoridad de Dios que no puede engañarse ni engañarnos.

Creer no es un absurdo ni un acto de "fe ciega", sino todo lo contrario. La ayuda que nos presta el Espíritu Santo ha venido acompañada de muchas pruebas exteriores: los milagros de Dios, de Cristo y los obtenidos por la intercesión de los Santos (Me.16,20; Hech.2,4), el cumplimiento de las profecías, la propagación inexplicable de la Iglesia, su santidad, su fecundidad y estabilidad por 2000 años, son signos ciertos perfectamente adaptados a nuestra inteligencia. La Fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu.

Y aún hay más: la Fe nos da una certeza mayor a todo conocimiento humano, porque se funda en la Palabra misma de Dios que no puede mentir. Algunas verdades reveladas, pueden parecer oscuras y extrañas a la experiencia humana, pero la certeza que da la luz divina, es mayor que la que da la luz de la razón natural. El Cardenal Newman dijo: "Diez mil dificultades no hacen una sola duda".

 

Dios se revela al hombre.

Por todo esto, el hombre necesita ser iluminado por la revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su entendimiento, sino también sobre "las verdades religiosas y morales que de suyo son inaccesibles a la razón" (S. Tomás de Aquino).

Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio amoroso que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres.

Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y amarle más allá de lo que ellos mismos serían capaces por sus propias fuerzas.

 

La máxima revelación de Dios.

Toda la Sagrada Escritura es el anuncio y la presentación de Jesucristo como el Hijo de Dios, encarnado en el vientre purismo de la Santísima Virgen María.

"Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los Profetas: en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos, el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto les supera en el nombre que ha heredado" (Heb.1,1-4)

Jesucristo es, pues, la última y máxima revelación de Dios al hombre. Creyendo en Jesucristo, aceptándolo como es, Hijo del Dios Altísimo, "Dios de Dios, luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero", como declaramos en el Credo de la Misa, conocemos hasta donde puede la mente humana, los misterios de Dios.

La Fe en Jesús de Nazaret es la clave para entender desde la Creación misma hasta el sentido de la vida humana. En el Verbo Encarnado, el hombre se descubre a sí mismo y descubre a los demás.

 

¿Cómo podemos creer que Jesucristo es Dios?

Es muy comprensible la actitud de los judíos en general ante las pretensiones de Jesús. Educados por siglos en la Fe en un solo Dios (en contra del politeísmo de los pueblos que los rodeaban), en Aquel cuyo nombre ni siquiera se atrevían a pronunciar, Yahvé Sebaoth, el Señor de los Ejércitos, no pudieron aceptar que un hombre de carne y hueso, que comía, bebía y dormía como todos los demás, fuera el Hijo de Dios. ¡Por afirmar eso lo mataron!

De la admiración que Jesús causaba en la gente tanto por sus palabras y acciones como por las curaciones milagrosas que realizaba, tenían que dar el paso a declarado Dios. Y la mente humana no puede llegar tan lejos.

Un día preguntó Jesús a sus discípulos qué decían de El y San Pedro exclamó: "¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!" (Mt. 16,16) Jesús, aceptando la confesión de Pedro le aclara que eso no se lo reveló la carne, o sea la pura razón, sino el Padre Celestial. Para confesar que el personaje histórico llamado Jesús de Nazaret, es Dios hecho hombre, hace falta la gracia de Dios. Por ello decimos que el acto de Fe es un Don, es una virtud sobrenatural, que por cierto a nadie le es negada.

Jesucristo avaló su divinidad realizando múltiples señales y milagros. No tan solo curó a muchísimos enfermos, sino que resucitó a muertos y comandó a los elementos naturales como el mar y el viento. La máxima prueba de su divinidad la constituye su propia resurrección, anunciada con anterioridad y cumplida al pie de la letra. Podemos decir que la piedra clave de la Fe en Jesucristo es creer en su resurrección de entre los muertos. Por eso la fiesta de la Pascua es la más importante del Año Litúrgico y por eso el Cirio Pascual, bendecido precisamente la Noche de Pascua, es el símbolo más fuerte de nuestra Fe Cristiana.

 

El Acto de Fe en Jesucristo.

Ahora bien, un acto de Fe en Jesucristo, compromete y cambia toda nuestra existencia, porque no consiste tan solo en creer que Jesucristo existió, como creemos que existieron: Hernán Cortés o San Felipe de Jesús, sino que implica un aceptar todo lo que Jesús predicó y todas las exigencias que impone a sus seguidores.

Cristo, como Persona Divina que es, se nos presenta como "Camino, Verdad y Vida". Sí aceptamos que Jesús es Dios, todo lo que haya dicho es absoluta y totalmente cierto y ley para el cristiano. Creer en Jesús es entregarnos a El en cuerpo y alma, es aceptar sus exigencias hasta las últimas consecuencias, es creer en El hasta en contra de nuestros sentidos.

Así podremos tomar nuestra cruz, por pesada que ésta sea con tal de seguirlo. Así tendremos que perdonar una y mil veces a nuestros enemigos y amarlos y ayudarlos en contra de nuestros sentimientos naturales de repugnancia. Porque El lo dijo, rechazaremos el divorcio entendido como disolución del Sacramento del Matrimonio. Por ser su palabra, renunciaremos a poner nuestra seguridad y felicidad en el dinero. Si Cristo nos promete persecuciones y hasta la muerte misma por su causa, habremos de aceptar el riesgo de ser cristianos.

La aceptación de la divinidad de Jesucristo nos llevará hasta el máximo acto de Fe que el hombre puede hacer: creer firmemente en la Eucaristía. Donde todos nuestros sentidos fallan, donde no cabe ningún experimento científico, donde la razón humana fracasa irremediablemente, la Virtud de la Fe nos hace decir ante una Hostia Consagrada: "¡Es el Cuerpo de Cristo!"

¿Cómo dudar de su Palabra? Si en la Ultima Cena Jesús Dios dijo "Tomad y comed, esto es mi Cuerpo", se acabó la discusión, se acabó la especulación. Es Su Cuerpo Sacratísimo porque Él lo afirmó y Él es Dios hecho Hombre.

Es así como la Fe en Jesucristo resuelve prácticamente todas las interrogantes del hombre y le da sentido a su vida. Ante el espectro de la inevitable muerte, por ejemplo, las palabras del Señor Jesús, nos aclaran que la muerte no es el fin de nada, sino el comienzo de la vida verdadera, de la vida eterna en su presencia en la casa del Padre. Jesús dio su vida para que nosotros tuviéramos acceso a la Gloria.

Atormenta al hombre el problema del sufrimiento y Nuestro Señor, desde la Cruz nos muestra que el dolor puede ser salvífico. No vino a suprimir el dolor sino a compartirlo con la humanidad caída en el pecado original, causa de nuestros males.

El éxito de los malvados, la injusticia que reina en el mundo, la impunidad de los malhechores, no atentan contra la Justicia Divina: al fin de los tiempos, aparecerá Jesucristo y en un juicio tremendo, dará su merecido a todos: los buenos pasarán a la Casa del Padre y los malos al fuego eterno

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Ilustrar la Inteligencia.

San Anselmo afirma que la Fe trata de comprender. Es lógico que queramos conocer más y más a Aquel en quien hemos puesto nuestra Fe. Un conocimiento más penetrante, suscitará a su vez una Fe más fuerte y encendida. La "fe del carbonero", o sea, una Fe silvestre, heredada sin conocimientos, esa Fe de muchos mexicanos que tan solo creen "porque se los inculcaron de pequeños", es siempre una Fe débil, expuesta a sucumbir ante los embates de la vida o ante los argumentos heréticos de una secta cualquiera. Por eso San Agustín, con esos juegos de palabras tan de su estilo, dice: "creo para comprender y comprendo para creer mejor".

Vivimos en nuestra Patria una verdadera invasión de sectas y creencias que llevan al católico ignorante, al que no ha estudiado los fundamentos de su Fe y que se ha conformado con aquella que "le inculcaron", no solamente a la apostasía sino hasta la misma muerte, como vemos que ha sucedido con sectas satánicas. Es de toda urgencia estudiar nuestra Santa Religión para robustecer nuestra Fe.

 

La Fe y la Ciencia.

A pesar de que la Fe está por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Dios es el autor tanto de la Revelación como de la razón. Dios no podría contradecirse a sí mismo, ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero.

La investigación científica en todas las disciplinas, si es ciertamente metódica y científica y según las normas morales, nunca entrará en conflicto con la Fe, como lo demuestra la inmensa cantidad de científicos que han sido creyentes y católicos muchos de ellos. ¡Cuántos descubrimientos científicos se deben a monjes, sacerdotes y católicos renombrados! Los que oponen la ciencia a la Fe, tal vez no son verdadero científicos o no saben lo que es la Fe.

 

La necesidad de la Fe.

Creer en Jesucristo y en aquél que lo envió para salvarnos, es necesario para obtener la salvación (Mc. 16,16; Jn.3,36). "Sin la Fe, es imposible agradar a Dios", afirma la Carta a los Hebreos (11,6). De ahí los esfuerzos misioneros de la Iglesia desde su fundación hasta nuestros días. Por ello desde España vinieron miles y miles de religiosos de diversas órdenes para evangelizar a los habitantes de estas tierras que ignoraban que Dios se había encarnado en Jesucristo para salvarnos.

Sin embargo, sabemos y afirmamos que en todas las almas buenas, con o sin el conocimiento de la Fe cristiana, existe una "semilla de la Fe" y que Dios justo y bondadoso, sabrá acoger a aquellos que inculpablemente no llegaron al conocimiento de Jesucristo.

 

Nosotros creemos.

Ciertamente el acto de Fe es una cosa personal: es la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero ese acto personal no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo: nadie se ha dado la Fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. Recibimos la Fe de otros y debemos transmitirla a los demás.

Cada creyente es un eslabón en la gran cadena de Fe que desde los Apóstoles hasta nuestros días y que debe continuar por nuestro testimonio hasta el fin del mundo. Somos sostenidos por la Fe de otros y debemos sostener a otros. Cada uno debe decir "Creo", pero como Iglesia, "Creemos".

 

Una sola Fe.

No hay en el mundo una sola institución, ya sea política, ideológica, económica o social, que haya permanecido fiel a sí misma a través de los siglos. Imperios poderosísimos han caído y desaparecido: Roma, Bizancio, Persia, España, Inglaterra, Unión Soviética, etc., han dejado sus huellas, pero ya no existen.

Ante la caducidad de las obras humanas, surge la Iglesia Católica como una inexplicable excepción. A través de 2000 años ha surcado las siempre tempestuosas tormentas, internas y externas de la historia, fiel a sí misma, profesando la Fe comunicada por los Apóstoles desde el primer siglo de la Era Cristiana.

El "Símbolo de los Apóstoles" o sea el Credo que rezarnos los domingos en Misa, data de los mismos tiempos apostólicos.

El gran San Ambrosio se refiere a él diciendo: "Es el Símbolo que guarda la Iglesia Romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los Apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común".

Apenas la Iglesia gozó de libertad y de paz después de tres siglos de cruentas persecuciones, en 325 los Obispos se reunieron en Nicea y redactaron un Credo más extenso, confirmado a su vez en el Concilio de Constantinopla, en 381. Es lo que llamamos el "Credo Niceno Constantinopolitano", común en nuestros días en todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.

En la Iglesia Católica, y sólo en ella, se cumplen las magníficas palabras de San Pablo: "Un solo Señor, una sola Fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos" (Ef.4,5). Es impresionante constatar cómo a través del tiempo y del espacio, la Iglesia es fiel a sí misma y a su fundador Jesucristo. El cristiano puede con toda confianza investigar, leer, documentarse en la abundantísima literatura Católica, desde los escritos de San Justino o San Policarpo, del siglo primero, hasta los más recientes de Juan Pablo II, pasando por todos los grandes teólogos de 20 siglos, sin encontrar alguna traición al Credo original.

Si uno viaja de sur a norte y de oriente a occidente, en todas las iglesias católicas, encontramos la misma Liturgia, la misma Moral, las mismas devociones, la misma Fe. Se puede recurrir con toda confianza a un sacerdote japonés o a uno argentino, español o mexicano.

Este fenómeno humanamente inexplicable, tiene su explicación: la presencia del Espíritu Santo, prometido por Jesús a sus seguidores auténticos. Dios mismo vela por la unidad y permanencia de su Iglesia hasta el fin del mundo.

 

La debacle protestante.

Todas las denominaciones protestantes que se han ido separando de la Iglesia, han perdido el rumbo lamentablemente. Dentro de ellas mismas no existe la unidad en su fe ni en sus enseñanzas morales. Algunas han ido cambiando sus principios de acuerdo con las circunstancias, corra por ejemplo los Mormones, que al principio predicaban como indispensable la poligamia y la exclusión de los negros y ahora, para congraciarse con los gobiernos y con las ideas modernas, han cambiado, al menos en el papel.

Tenemos que los Bautistas de Texas enseñan unas cosas mientras que los de Oregon otras. Los Pentecostales se han ido dividiendo y subdividiendo, cada quien con sus ideas.

 

EL PAPA.

Un signo y símbolo de la unidad de la Iglesia en el tiempo y en el espacio es la figura del Papa, Vicario de Jesucristo y sucesor de San Pedro. Maestro en la Fe, custodio de la Moral y las Costumbres, infatigable Misionero, Profeta audaz y fiel al Evangelio. Ninguna otra iglesia de las llamadas cristianas tiene la posibilidad de tener un exponente único de su Fe.

Ninguna otra iglesia puede recitar en todo el mundo un mismo Credo como lo hacemos los Católicos en cualquier país en que nos encontremos.

 

El problema de la "tolerancia".

Los tiempos cambian y las circunstancias históricas van incidiendo en nuestras actitudes. Hasta hace muy poco se hablaba del México Católico. Podíamos suponer que hablar con cualquier mexicano era hablar con alguien que compartía nuestras creencias y devociones. Pero eso ya no existe más.

Por influencias venidas de varios países, en especial de Estados Unidos, por los medios de comunicación, por políticas gubernamentales, por la escuela laica, etc. el hecho es que ahora muchos mexicanos no son católicos. Abundan aquellos que se han adherido a iglesias protestantes o a simples sectas, los que navegan inconscientemente en ideas tipo New Age, los que acuden el 21 de marzo a las pirámides a adorar al sol, los que simplemente ya no creen en nada.

Ahora se ha puesto de moda hablar de "pluralismo", de "tolerancia", de "apertura". Ante esta situación tan confusa, podemos preguntarnos si en el fondo da lo mismo creer en una Cosa que en otra, si no tiene importancia pertenecerá la Iglesia Católica o alguna otra "cristiana", o de otro tipo. Parecería que la Fe ha pasado a ser un elemento de consumo como puede ser una marca u otra de jabón o de ropa. Se piensa que cada quien puede tener su religión personal o su ideología.

En una ocasión, en un programa televisivo de los que crean polémica, los asistentes llegaron a exaltarse casi hasta la agresión física y el moderador trató de calmarlos diciendo que "cada quien tenía su verdad y que no había problema", pero terció un hombre, también exaltado diciendo: "¡Como si Dios no hubiera hablado!"

En efecto, como hemos visto en el presente estudio, la razón humana, en cuanto intenta llegar a la verdad en cuestiones que sobrepasan los hechos comprobabas por los métodos científicos, puede, equivocarse lamentablemente. Pero Dios ha hablado, ¡vaya que lo ha hecho! de muchas maneras y en especial por medio de Nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia.

Si la tolerancia ha de entenderse en el sentido de que todo da igual, cada cabeza es un mundo y cada quien tiene su verdad, se destruye absolutamente todo el plan salvífico de Dios para la humanidad y hasta la Encarnación y Redención salen sobrando.

Dios envió al mundo a su Hijo Unico con una misión perfectamente pensada desde antes de la creación del mundo. Jesucristo no vino a pasearse una temporada por esta tierra sin dejar huella. Vino a establecer el Reino de Dios, muriendo y resucitando por nosotros y fundando su Iglesia con el maravilloso encargo de "ir y hacer discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y ENSEÑÁNDOLES A GUARDAR TODO LO QUE YO OS HE MANDADO". (Mt.28,19-20).

Es por eso que la Iglesia emprendió la grande tarea de evangelizar al mundo entero; es por eso que miles y miles de misioneros han entregado su vida hasta el martirio en incontables ocasiones, para difundir la Doctrina de Jesucristo, que es la que nos salva. Es por esa urgencia que de España vinieron oleadas de religiosos franciscanos, dominicos, mercedarios, agustinos, jesuitas, carmelitas, etc., para revelarnos en estas tierras el amor infinito que Dios nos tiene, manifestado en Jesucristo Salvador. Es por eso que somos Cristianos, es por eso que somos Católicos, es por eso que profesamos la Fe de los Apóstoles.

Definitivamente la "tolerancia", no puede consistir en que nos quedemos indiferentes ante los errores dogmáticos o morales de nuestros semejantes. De la misma manera en que discutiríamos ante errores matemáticos o financieros, debemos defender la verdadera FE.

Por supuesto que difundir y defender la Verdad del Evangelio, en ningún momento nos deberá llevar a discriminaciones, agresiones o desprecios hacia aquel que no piense "en Católico", pero tampoco en permanecer indiferentes o cobardemente callados ante el error. Con el respeto total a las personas, el Católico debe luchar, como los mártires, hasta la misma muerte por la Verdad. Caridad con el prójimo, aunada a la intolerancia con el error, con el pecado, con la herejía.

 

Cosas que suceden.

En muchísimas ocasiones los católicos mexicanos no se atreven a defender su Fe por dos motivos: por una mala entendida cortesía o educación, pensando que discutir de Religión está mal visto ("de religión no se discute"), o bien por sentirse incapaces de aclararlas ideas por falta de preparación.

Un domingo cualquiera, por la mañana, llegan los insistentes Testigos de Jehová, y el católico, por educado, los deja entrar en su casa y se siente obligado a oír sus manidos argumentos en contra de la Fe y de la Iglesia. Tampoco se atreve a rechazar su propaganda perfectamente herética., Además, por su ignorancia religiosa no puede defender nuestra Fe y así entra la duda, la inseguridad. Y poco a poco aquel Católico educado pero apocado e ignorante, cae en sus redes.

No solamente debemos ser firmes en nuestro rechazo de todo aquello que atenté contra la Fe Católica, sino que urge estemos preparados para "dar razón de nuestra esperanza" como ya desde el primer siglo nos recomendaba el primer Papa, San Pedro. Recordando que como dice el P. Flaviano Amatulli: "El católico ignorante es el futuro protestante", hay que estudiar nuestra Santa Religión.

 

Un método excelente.

El folleto que tienes en tus manos fue editado por la Sociedad EVC, que desde hace 72 años difunde El Verdadero Catolicismo a base de sencillos estudios al alcance de cualquier persona. En muchas iglesias existen casilleros EVC en los que puedes elegir los temas que más necesites. Pero también tenemos un Curso por Correspondencia que consiste en 14 lecciones y que abarca todo lo necesario para ser un Católico perfectamente informado y seguro de su Fe, capaz de evangelizar a los demás. Pide informes en nuestras oficinas y te atenderemos con gusto.

Librerías católicas.

Hay también numerosas librerías católicas en donde puedes adquirir no solamente la Sagrada Biblia, sino el Catecismo de la iglesia católica, indispensable para interpretar la Biblia correctamente y muchísimos libros de los mejores autores. Debes ir formando tu biblioteca de espiritualidad para llegar a ser un católico convencido y maduro.

"Creer" es un acto eclesial La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe".

La Iglesia es la madre de todos los creyentes. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por madre"

San Cipriano.

"La fe es un gusto anticipado del conocimiento que nos hará bienaventurados en la vida futura"

Santo Tomás de Aquíno.

 


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